Llamamiento de Luisa, escrito como prefacio a sus escritos

(…) Y ahora una palabra a todos los que leais estos escritos: os ruego, os suplico que acepteis con amor lo que Jesús quiere daros, o sea, su Voluntad. Pero para daros la suya, quiere la vuestra, si no, no podrá reinar. ¡Si supiérais con cuánto amor mi Jesús quiere daros el don más grande que existe en el Cielo y en la tierra, que es su Voluntad!

Oh, cuántas lágrimas amargas derrama, porque os ve que, viviendo con vuestro querer os arrastrais por el suelo, enfermizos, miserables. No sois siquiera capaces de mantener un buen propósito, ¿y sabeis por qué? Porque su Querer no reina en vosotros.

Cómo María amaba y adoraba a Jesús durante su Pasión

De los Escritos de Luisa Piccarreta “la Pequeña Hija de la Divina Voluntad”:

La adoración de María en su encuentro con Jesús en la Vía Dolorosa

Continuando mi habitual estado, por unos instantes he visto a Jesús bendito con la cruz a cuestas, en el momento de encontrarse con su Santísima Madre, y yo Le he dicho: “Señor, ¿qué hizo tu Madre en este encuentro dolorosísimo?”

La entrega de nuestra voluntad en manos de María

Desde el primer momento de su vida María se consagró por entero a la Voluntad de Dios, para obtener la venida del Mesías. Ella se consagró a Dios, dedicó totalmente su persona y su vida al Amor de Dios, al Proyecto de Dios; por eso, a su vez y a su debido tiempo, Dios “se consagró” a Ella. En efecto, Jesús se consagró a María desde su Encarnación, y al final de su vida renovó su consagración a la Voluntad del Padre. Pidiendo por sus discípulos dijo: “Consagralos en la verdad. Tu Palabra es la verdad. Como Tú me has mandado al mundo, también Yo los envío al mundo; por ellos me consagro, para que también ellos sean consagrados en la verdad” (Jn 17,17-19).

Conocer la verdad de nosotros mismos mirando en el “espejo” que es Cristo

El punto de partida en el diálogo con Dios es la Luz de la Verdad. Para relacionarse con Dios es necesario hablar su misma lengua: la verdad

Jesús dice a Luisa Piccarreta “la Pequeña Hija de la Divina Voluntad”: “Hija mía, todas las cosas tienen su principio de la nada. Esta misma máquina del universo que admiras con tanto orden, si antes de crearla hubiera estado llena de otras cosas, no habría podido poner mi mano creadora para hacerla con tanta maestría y tan espléndida y adornada; todo lo más habría podido deshacer todo lo que podía haber, para hacerla como a Mí me hubiera gustado. Pero siempre es eso, todas mis obras tienen su principio de la nada, y cuando se mezclan otras cosas, no es decoroso para mi majestad descender y obrar en el alma; mas cuando el alma se reduce a nada, sube a Mí y toma su ser en el Mío y entonces Yo obro como el Dios que soy y el alma encuentra su verdadero reposo. Así que todas las virtudes reciben su principio de la humildad y del hacerse uno nada”  (20-05-1900). 

Para poder ser Madre del Hombre-Dios, María ha recibido la Fecundidad virginal del Padre

De los Escritos de Luisa Piccarreta “la Pequeña Hija de la Divina Voluntad”:

“… Es lo que hice en la obra de la Redención. Para poder elevar a una criatura, para que pudiera concebir a un Hombre y Dios, tuve que reunir en Ella todos los bienes posibles e imaginables, tuve que elevarla tanto que puse en Ella el gérmen de la misma Fecundidad Paterna, y como mi Padre Celestial Me engendró virgen en su seno con el gérmen virginal de su Fecundidad eterna, sin obra de mujer, y en ese mismo gérmen procedió el Espíritu Santo, así mi Madre Celestial, con ese gérmen eterno, totalmente virginal, de la Fecundidad Paterna, Me concibió en su seno virgen, sin obra de varón. La Trinidad Sacrosanta tuvo que dar de lo suyo a esta Virgen divina, para poder concebirme a Mí, Hijo de Dios.

La suerte de Jesús recién nacido en la cueva de Belén es menos dura que en la Eucaristía, a causa del abandono en que lo dejan las criaturas

De los Escritos de Luisa Piccarreta “la Pequeña Hija de la Divina Voluntad”:

Luego ha vuelto mi dulce Jesús. Era un tierno niñito. Gemía, lloraba y temblaba por el frío, y se ha echado en mis brazos para que lo calentara. Yo me lo he estrechado fuerte, fuerte, y según acostumbro me fundía en su Querer, para encontrar los pensamientos de todos junto con los míos y rodear al tembloroso Jesús con las adoraciones de todas las mentes creadas; para hallar las miradas de todos y hacerles mirar a Jesús y distrarle del llanto; para hallar la boca, las palabras, las voces de todas las criaturas, para que todas lo besaran para que no gimiera y con su aliento lo calentaran. Mientras hacía eso, el Niño Jesús ya no gemía, ha dejado de llorar y como calentado me ha dicho:

La Inmaculada Concepción: María tuvo que ser concebida en la Vida, las penas y los méritos del Redentor para poder a su vez concebirlo

Estaba pensando en la Inmaculada Concepción de mi Mamá y Reina, y mi siempre amable Jesús, después de la santa Comunión, se hacía ver en mi interior, como en una habitación toda de luz, y en esa luz mostraba todo lo que había hecho en el curso de toda su vida. Se veían alineados en órden todos sus méritos, sus obras, sus penas, sus llagas, su sangre, todo lo que contenía la vida de un Hombre y Dios, como en acto de preservar un alma tan, tan querida para El, de cualquier mal, hasta el mínimo, que pudiera ensombrecerla. Yo me asombraba al ver tanta atención por parte de Jesús, y El me ha dicho:

Jesús se habría encarnado igualmente, si no hubiera tenido que redimirnos, pero habría venido glorioso como Rey y cabeza de su familia

De los Escritos de Luisa Piccarreta “la Pequeña Hija de la Divina Voluntad”:

Jesús a Luisa: “Hija pequeña de mi Querer Divino, tú has de saber que tener el primado sobre cada acto de la criatura es un derecho absoluto de mi «Fiat» Divino, y quien le niega el primado lo priva de sus derechos divinos que se le deben por justicia, por ser Creador del querer humano. ¿Quién puede decirte, hija mía, cuánto mal puede hacer una criatura cuando llega a separarse de la Voluntad de su Creador? Ves, bastó un acto de separación del primer hombre de nuestra Voluntad Divina para cambiar no sólo la suerte de las generaciones humanas, sino la misma suerte de nuestra Divina Voluntad.

Consagración a Dios como María, por medio de María, con María y en el Corazón Inmaculado de María

ENTREGA quiere decir encomendar alguien o algo a una persona, poniendola en sus manos, para que disponga libremente y pueda hacer lo que quiera de ella. Equivale a “ofertorio”, pero añade el motivo de confianza. Es lo que expresaba el lema del Papa Juan Pablo II (y, antes que él, es también el lema de Jesucristo): “Totus tuus”, “Todo tuyo, oh María”. Es el testamento de amor que desde lo alto de la Cruz hizo Jesús agonizante, dandonos como hijos a su Madre.

CONSAGRACIÓN significa “hacer sagrada” una persona o cosa, perteneciente o dedicada a Dios, y por lo tanto no más destinada a uso profano o extraño a Dios. En este sentido, consagrar equivale a sacrificar y a santificar. La consagración significa también “transformación”.

Hijos de la Luz, rayos del Sol

“Si un tiempo erais tinieblas, ahora sois luz en el Señor. Comportaos por tanto como hijos de la luz; el fruto de la luz consiste en toda bondad, justicia y verdad” (Ef 5,8-9).

“Vosotros sois la luz del mundo; no puede quedar oculta una ciudad situada sobre un monte, ni se enciende una lámpara para ponerla bajo el celemín, sino sobre el candelabro para que alumbre a todos los que estan en la casa. Así resplandezca vuestra luz ante los hombres, para que vean vuestras obras buenas y den gloria a vuestro Padre que está en los cielos” (Mt 5,14-16).