María tuvo por gracia la unidad de la luz de la Divina Voluntad: la Luz plena y jamás interrumpida

Jesús a Luisa: “… Vivir en mi Voluntad es poseer la fuente de la unidad de la luz de mi Voluntad, con toda la plenitud de los efectos que hay en Ella. Así que en cada acto suyo surge la luz, el amor, la adoración, etc., que constituyéndose acto por cada acto, amor por cada amor, como luz solar invade todo, armoniza con todo, reune todo en sí y como rayo refulgente da a su Creador la correspondencia de todo lo que ha hecho por todas las criaturas y la verdadera nota de acuerdo entre el Cielo y la tierra.

La Divina Voluntad es medicina, conservación, alimento, vida y plenitud de la más alta santidad

De los Escritos de Luisa Piccarreta “la Pequeña Hija de la Divina Voluntad”:

Estaba pensando al Santo Querer Divino y pensaba entre mí: “¿Cómo puede ser que Adán, después del pecado, habiendo roto su voluntad la unión  con la de Dios, perdiera la fuerza, el dominio, y así sus actos ya no fueran aceptables para Dios, formando su delicia, mientras que antes de pecar Adán había hecho sus actos hacia Dios, los había aprendido, y por qué repitiendolos después ya no tenían el mismo sonido, ya no contenían la plenitud del amor divino y de la completa gloria de Dios?”

¡Cuál fue el dolor de Jesús al ver divididas sus ropas y sorteada su túnica!

De los Escritos de Luisa Piccarreta “la Pequeña Hija de la Divina Voluntad”:

Jesús a Luisa: “Hija mía, en mi Pasión hay un lamento mío, que me salió con intenso dolor del fondo de mi Corazón desgarrado, es decir: «Se han repartido mis ropas y han sorteado mi túnica». ¡Qué doloroso fue para Mí ver repartidas mis vestiduras entre mis mismos verdugos, y sorteada mi túnica! Era la única cosa que Yo tenía, que con tanto amor me había dado mi Madre Dolorosa; y ahora no sólo me han desnudado de ella, sino que se la juegan.

Visitemos espiritualmente a Jesús Sacramentado

Jesús dice a Luisa: “Por último, en cuanto a las visitas que me harás y a los actos de reparación, he de decirte que Yo, en el Sacramento de mi Amor que he instituido por tí, sigo haciendo y sufriendo todo lo que hice y sufrí en el curso de treinta y tres años de vida mortal. Deseo nacer en el corazón de todos los mortales y por eso obedezco desde el Cielo a quien me llama a inmolarme sobre el altar; me humillo esperando, llamando, instruyendo, iluminando, y el que quiere puede alimentarse de Mí Sacramentado; a uno le doy consuelo, a otro fortaleza, y pido por tanto al Padre que lo perdone; estoy para enriquecer a unos, para unir conmigo a otros, velo por todos; defiendo a quien quiere que Yo lo defienda; divinizo a quien quiere que Yo lo divinice; acompaño a quien quiere ser acompañado; lloro por los incautos y por los delincuentes; me hago adorante perpetuamente para reintegrar la armonía universal y cumplir el supremo decreto divino, que es la glorificación absoluta del Padre, en el perfecto homenaje que El pide, pero que no recibe de todas las criaturas, por lo cual me he sacramentado…

El mal y el remedio del mal

Algunas almas pías se confunden diciendo: “Dios no puede querer el mal, por tanto no pudo haber querido tampoco la cruz para el Hijo… La cruz es signo del Amor de Dios, sin duda, signo de salvación, en cuanto que por amor hasta el extremo, Jesús la ha abrazado; para darnos la vida ha tomado lo que la maldad humana le presentó, pero no podía quererlo el Padre, que quiere sólo el bien”.

Dios creó el verdadero Edén personal en el alma y en el cuerpo del hombre, paraíso todo celestial

De los Escritos de Luisa Piccarreta “la Pequeña Hija de la Divina Voluntad”:

Jesús a Luisa: “… Al crear al hombre, el primer trabajo tanto en el alma cuanto en el cuerpo lo hizo mi Divino Padre: ¿cuántas armonías, cuánta felicidad no formó con sus propias manos en la naturaleza humana? Todo es armonía en el hombre y felicidad. Tan sólo la parte externa, ¿cuántas armonías y felicidad no contiene? El ojo ve, la boca expresa, los pies caminan, mientras que las manos obran y toman las cosas donde han llegado los pies. Si los ojos pudieran ver y no tuviera la boca para expresarse, si tuviera los pies para andar y no tuviera las manos para obrar, ¿no sería una infelicidad, una desarmonía en la naturaleza humana?

Para hacer la Redención Jesús necesitó una Madre Virgen en la que reinase la Divina Voluntad

De los Escritos de Luisa Piccarreta “la Pequeña Hija de la Divina Voluntad”:

Jesús a Luisa: “Hija mía, todo estaba establecido, la época y el tiempo, tanto de la Redención como el de dar a conocer mi Voluntad sobre la tierra para que reine. Estaba establecido que mi Redención tenía que servir como medio y ayuda. Ella no había sido el principio del hombre, sino que surgió como medio despues de que el hombre se alejó de su principio. Por el contrario, mi Voluntad fue el principio del hombre y el fin en el que se ha de encerrar. Todas las cosas tienen su principio a partir de mi Voluntad y todo debe volver a Ella, y si no todas en el tiempo, en la eternidad nadie se le podrá escapar, por lo cual, también por este motivo, el primado es siempre de mi Voluntad.

Adán al principio de su existencia experimentó lo que significa vivir del Querer de su Creador

De los Escritos de Luisa Piccarreta “la Pequeña Hija de la Divina Voluntad”:

Jesús a Luisa: “Hija mía, he querido orar contigo para hacerte más fuerte en mi Voluntad y darte la gracia de hallarte ante la Majestad Suprema en el acto de la creación   del hombre, y como lo dotamos de todos los bienes y su voluntad era nuestra y la Nuestra era suya, todo era armonía entre él y Nosotros. Lo que quería lo tomaba de Nosotros; tomaba santidad, sabiduría, potencia, felicidad, etcétera; era nuestro prototipo, nuestro retrato, nuestro hijo felíz. De manera que Adán  al principio de su existencia tuvo una época en que cumplía maravillosamente el fín para el que fue creado, experimentó lo que significa vivir del Querer de su Creador; éramos mútuamente felices al ver reproducir en nuestra imagen nuestros mismos actos. Pero al romper su voluntad con la Nuestra, quedó separado de Nosotros.

María es Madre por derecho. Toda la Redención le fue encomendada y Ella la hizo fructificar

Jesús a Luisa:“Hija mía, mi inseparable Madre, para concebirme a Mí, Verbo Eterno, fue enriquecida con mares de gracia, de luz y de santidad por la Suprema Majestad, y Ella hizo tales y tantos actos de virtud, de amor, di oraciones, de deseos y de ardientes suspiros, que superó todo el amor, virtudes y actos de todas las generaciones, necesarios para obtener el suspirado Redentor.