¿Cuál es el don de la Divina Voluntad y qué significa que el Reino de Dios se ha de cumplir?

el Don de Dios

La Divina Voluntad, que Jesús llama en el Evangelio “la Voluntad del Padre”, es la realidad más íntima, vital, esencial de Dios: “Ah, todo está en mi Voluntad. Si el alma la toma, toma toda la sustancia de mi Ser y contiene todo en sí” (2-3-1916).  

Digámoslo de un modo más intuitivo: la Voluntad es un sustantivo (la palabra que expresa la sustancia), mientras que todos los atributos divinos, Amor, Bondad, Eternidad, Inmensidad, Inmutabilidad, Justicia, Misericordia, Omnipotencia, Omnividencia,  Santidad,  Sabiduría,  etc.  son sus adjetivos:  “La  Divina  Voluntad  es  buena,  santa, infinita, eterna, omnipotente, sapientísima, misericordiosa, inmutable…”  

La Divina Voluntad es la fuente y la causa suprema de todo lo que Dios es, de la Vida inefable de la Stma. Trinidad y de sus Obras de  Amor eterno. Es como “el motor” íntimo de Dios que da vida a todo lo que El es y a todas sus obras. Es como “el Corazón” de las Divinas Personas.

Papa Benedicto XVIEl Papa Benedicto XVI ha dicho en su primera encíclica “Deus Caritas est” (n. 17): “El sí de nuestra voluntad a la Voluntad de Dios une inteligencia, voluntad y sentimiento en el acto total del amor. (…) Querer la misma cosa y rechazar la misma cosa, es lo que los antiguos han reconocido como auténtico contenido del amor: es el hacerse uno semejante al otro, es lo que lleva a la comunión del querer y del pensar. La historia de amor entre Dios y el hombre consiste precisamente en que esta comunión de voluntad crece en comunión de pensamiento y de sentimiento, y así, nuestro querer y la Voluntad de Dios coinciden cada vez más: la Voluntad de Dios ya no es para mí una voluntad extraña, que los mandamientos me imponen desde fuera, sino que es mi misma voluntad, según la experiencia que, de hecho, Dios es para mí más íntimo que yo mismo. Entonces crece el abandono en Dios y Dios se vuelve nuestra alegría”.

¿Cuál es esta Gracia de las gracias, este Don de los dones?

Hacer la Divina Voluntad no es una novedad; la novedad es que Dios nos está invitando a vivir en su Querer, como el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo viven en su Querer eterno. La novedad es la Divina Voluntad operante en la criatura y la criatura operante de un modo divino en Ella.

La novedad es esta Gracia de las gracias, este Don de los dones: que no sólo hagamos lo que Dios quiere que hagamos, sino que su Voluntad sea nuestra, vida de nuestra vida, para vivir y reinar con Ella y en Ella.

pequeño JesúsLa novedad es un intercambio continuo de voluntad humana y Divina, porque el alma, temiendo de la suya, pide que sea sustituida para cada cosa y a cada momento por la Voluntad misma de Dios, la cual la va colmando de gozos, de amor y de bienes infinitos, devolviéndole la semejanza divina perdida con el pecado y el fin para el que el hombre fue creado por Dios, que era vivir como hijo de Dios, tomando parte en todos sus bienes.

La novedad es que Jesús, mediante el don de su Voluntad a la criatura, forma en ella una vida Suya y una forma de presencia Suya real, de tal modo que esta criatura Le sirve de Humanidad. Lo cual, desde luego, no es mediante una especie de “unión hipostática” (dos naturalezas y una sola persona), sino por unión de dos voluntades, la humana y la Divina, unidas en un solo Querer, que, lógicamente, no puede ser sino el Divino. Esta criatura forma el triunfo de Jesús, es “otro Jesús”, no por naturaleza, sino por gracia, según las palabras de San Juan: “…Para que, como es El, así seamos también nosotros en este mundo” (1ᵃ Jn 4,17). 

Luisa habla a menudo del Reino de Dios que se ha de cumplir, que va a venir; Luisa pide que “el Querer Divino venga a reinar”: ¿qué quiere decir todo eso?

De todo lo que el Señor le dice a Luisa resulta de forma evidentísima:  

Cielo– 1°, que el Reino de Dios es que su Voluntad se cumpla;

– 2°, que la Voluntad del Padre ha establecido su Reino en la Stma. Humanidad de Jesucristo, dándole todos sus atributos y derechos divinos;  

– 3°, que todo lo que Jesús posee en su Adorable Humanidad quiere darlo a su Cuerpo Místico. Las palabras “así en la tierra como en el Cielo”, en Jesús y María son perfecta realidad: “como es en el Padre así es en el Hijo”. Por eso, mientras que Jesús y María vivían en la tierra, el Reino de Dios estaba en la tierra. Pero en nosotros esas palabras tienen que ser un deseo ardiente, una invocación incesante, porque son una Promesa divina.

San Agustín dice: “Hágase en la Iglesia como en Nuestro Señor Jesucristo; hágase en la Esposa, que es su prometida, como en el Esposo, que ha cumplido la Voluntad del Padre”.  

– 4°, Esta Promesa divina del Reino todavía se tiene que cumplir en la tierra del modo como ya se cumple en el Cielo. Lo cual supone dos cosas:  

  • que no sólo hemos de ir al Reino de Dios después de la muerte, sino que el Reino de Dios todavía tiene que venir en el tiempo histórico, y no puede acabarse el mundo sin que antes tenga su pleno cumplimiento (Se trata del restablecimiento del orden de la Creación, como era antes del pecado),
  • y que el Reino de Dios todavía no ha venido, porque no hay que confundirlo con la Redención o con la Iglesia.

fruto de Dios– 5°, Este Reino, que la Iglesia invoca incesantemente en el Padrenuestro (que su Voluntad se haga “así en la tierra como en el Cielo”), respecto a la Redención y a la Iglesia es como el Fruto respecto al árbol: esencialmente ya está presente en el árbol desde el principio, desde que fue plantado.

El árbol fue plantado, es cultivado y crece, se cubre de hojas y de flores, pero todo eso tiende como finalidad al tiempo de los frutos. Así la Redención, los Sacramentos, la Iglesia y toda la obra del Espíritu Santo en ella tiene como fin el Reino de la Divina Voluntad.

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El eterno Proyecto de Dios
Pablo Martín Sanguiao

 
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Un documento dramatico:

Manifiesto del cardenal Müller sobre la Fe.