Escuela de oración en la Divina Voluntad
La oración es para el alma lo que la respiración es para el cuerpo. Por eso el Señor ha dicho “orad incesantemente”. La verdadera oración es un encuentro de amor con Dios, es un encuentro de nuestra voluntad con la Voluntad Divina.
La oración dice cuánto el hombre sea extraño o familiar hacia Dios, cuánto sea lejano o cercano, cuánto se siente siervo o hijo. Es un encuentro que se traduce en vida, que alimenta la vida y a su vez se alimenta de conocimiento del Señor, ya que la oración tiene necesidad de contenidos.
1. Consagración a la Divina Voluntad
In Voluntate Dei! Deo gratias!
Oh Voluntad Divina y adorable, héme aquí ante la inmensidad de tu luz, para que tu eterna bondad me abra las puertas y me haga entrar en ella para formar toda mi vida en tí, Voluntad Divina. Por eso, postrado ante tu luz, yo, el más pequeño entre todas las criaturas, vengo, oh adorable Voluntad, en el pequeño grupo de los hijos de tu Fiat Supremo. Postrado en mi nada, suplico e imploro que tu luz quiera inundarme y eclipsar todo lo que no te pertenece, de modo que no haga más que mirar, comprender y vivir en tí, Voluntad Divina.
2. La Entrega y la Consagración a María
Oh María, Madre de Jesús y Madre mía, yo te entrego y te consagro mi vida como ha hecho tu Hijo Jesús.
Me consagro a tu derecho de Madre y a tu poder de Reina, a la sabiduría y al amor del que Dios te ha colmado, renunciando totalmente al pecado y a aquel que lo inspira, te entrego a Tí mi ser, mi persona y mi vida, y especialmente mi voluntad, para que Tú la conserves en tu Corazón materno…
3. Oración de la mañana
Oración bíblica, como primer pensamiento al despertar
“Héme aquí, oh Padre, que vengo para hacer tu Voluntad” (Hebreos, 10,7). Sí, Padre, Te pido la gracia de hacer todo lo que quieres Tú; sólo para eso existo y nada más quiero: lo que quieres Tú para mí y para todas tus criaturas, sólo porque lo quieres Tú. Pero yo no soy capaz y Te necesito a Tí; ven a farlo Tú conmigo… “Héme aquí, soy hijo de la sierva del Señor, hágase en mí según tu palabra, cúmplase en mí tu Voluntad” (Cfr. Lc. 1,38).
4. Invocación a la Divina Voluntad en todas nuestras acciones
–¡Jesús, Te amo! Ven, Divina Voluntad, a pensar en mi mente. ¡Jesús, Te amo! Ven, Divina Voluntad, a circular en mi sangre. ¡Jesús, Te amo! Ven, Divina Voluntad, a mirar en mis ojos. ¡Jesús, Te amo! Ven, Divina Voluntad, a escuchar en mis oídos.
–¡Jesús, Te amo! Ven, Divina Voluntad, a hablar en mi voz. ¡Jesús, Te amo! Ven, Divina Voluntad, a respirar en mi respiro. ¡Jesús, Te amo! Ven, Divina Voluntad, a palpitar en mi corazón.
5. Oraciones a Jesús en la Eucaristia
Abandono en la Voluntad de Dios para poder reparar por todos
Me abandono, oh Jesús, a tu Voluntad; todo lo que estás haciendo Tú quiero hacerlo yo, y como todo lo que Tú hiciste en la tierra fue un continuo acto de reparación, así con mi querer unido al Tuyo quiero reparar todas las ofensas que en este momento te estan haciendo las criaturas, de manera que mi voz, haciendo eco en la tuya y en todas las ofensas de las criaturas…
6. Oraciones de la noche
Oh Jesús mío, Prisionero Celestial, ya el sol se ha puesto y las tinieblas invaden la tierra, y Tú te quedas solo en el tabernáculo de amor… Me parece verte con una sombra de melancolía por la soledad de la noche, no teniendo en torno a Tí la corona de tus hijos y de tus tiernas esposas, que al menos te hagan compañía en tu voluntaria cautividad. Oh mi Divino Prisionero, también yo me siento oprimido el corazón al tenerme que alejar de Tí y por fuerza he de decirte adios…
7. Oraciones para implorar la Beatificación de la Sierva de Dios Luisa Piccarreta
Oh Corazón Sacratísimo de mi Jesús, que has escogido a tu humilde sierva Luisa como el heraldo del Reino de tu Divina Voluntad y el ángel de la reparación por las innumerables culpas que afligen tu Divino Corazón, humildemente Te pido me concedas la gracia que por su intercesión imploro de tu Misericordia, para que sea glorificata en la tierra como ya la has premiado en el Cielo. Amén. Oh Corazón Divino de mi Jesús, que a tu humilde sierva Luisa, como víctima de tu Amor, le has dado la fuerza de sufrir durante toda su larga vida los espasmos de tu dolorosa Pasión, haz que para tu mayor gloria resplandezca enseguida sobre su cabeza la aureola de los Bienaventurados.