¿Cómo se recibe el Don de la Divina Voluntad?

El Don del Querer Divino que el Señor desea darnos lo recibimos si le damos nuestra voluntad para que pueda darnos la Suya. A quien todo da, todo se le da. Y lo que El nos da, debemos tomarlo.  

¿Pero cómo se toma? Con confianza, con sencillez y fe viva.

“Señor, tú me das todo y, al hacerme dueño de todo lo que te pertenece, tomo tus pensamientos en mi mente, tomo de tus palabras lo que digo, tomo tu obrar en mis manos”. 

“El velo que cubre mi Presencia en ti –dice Jesús‒ la corteza que cubre   mi Don será tu pequeña acción”

“A su Imagen y Semejanza” en el Querer Divino

El Don más grande que Dios puede darnos es su Querer Divino, que sea para su criatura lo que es para El, que el Corazón del Padre sea el Corazón de sus hijos. Eso es lo que Jesús nos ha enseñado a pedir en el Padrenuestro, y cada vez que lo decimos El lo pide con nosotros: “Venga tu Reino, que se haga tu Voluntad en la tierra y viva y reine en nosotros, como  es la vida en el Cielo”.

El Don supremo de Dios, su Querer Divino

Queridos hermanos, en el anterior encuentro hemos hablado del Milagro más grande, que la criatura viva en el Querer de Dios, y prosiguiendo este extraordinario Anuncio hablamos hoy de este Don supremo de Dios, porque  el primer paso para recibirlo es conocerlo. Se ama sólo en la medida que se conoce.

Si tú conocieras el Don de Dios y Quién es el que te dice “dame de beber”, tú le pedirías a El y El te daría agua viva”. Así dijo Jesús a la Samaritana y nos dice ahora a cada uno de nosotros. Y poco después dijo a sus discípulos: Yo tengo un Alimento que no conocéis… Mi Alimento es hacer la Voluntad de Aquel que me envió y dar cumplimiento a su obra” (Jn 4,10 y 32-34).

El Milagro más grande, el fín del Proyecto de Dios

Luisa Piccarreta dice:  “…Jesús, saliendo de mi interior, poniendose de pie, apoyaba sus pies sobre la parte de mi corazón y, agitando la mano, que más que el sol despedía luz, gritaba fuerte: “¡Venid, venid todos, ángeles, santos, vivientes de la tierra, todas las generaciones, venid a ver los prodigios y el más grande milagro nunca visto, mi Querer que obra en la criatura!” A la voz sonora, melodiosa y fuerte de Jesús, que llenaba Cielos y terra, los Cielos se han abierto y todos han acudido en torno a Jesús y me miraban a mí, para ver cómo obraba la Divina Voluntad. Todos se quedaban extasiados y le daban las gracias a Jesús por tan gran exceso de su Bondad. Yo me he quedado confundida y súmamente humillada y le he dicho: “Amor mío, ¿qué haces? Me parece que quieres mostrarme a todos, para que todos me señalen; ¡qué repugnancia siento!” Y Jesús: “Ah, hija mía, es mi Querer, que quiero que todos conozcan y que todos señalen como nuevo Cielo y medio de nueva regeneración; y tú quedarás como sepultada en mi Voluntad…” (Volumen 15°, 5 de enero 1923) 

El verdadero Amor

Hablar del Amor es… hablar de Dios, porque Dios es el Amor.
En el lenguaje corriente, cuando se dice “amor” se piensa a un sentimiento, a una inclinación vehemente, a una pasión…, ya que también hace padecer. El verdadero amor, sin duda, no es posible no sentirlo, pero antes de sentirlo nosotros hay que hacerlo sentir. Y eso es porque, antes de ser un sentimiento, es un querer traducido en hechos, en vida. Amor son hechos y sólo así se puede manifestar con palabras. Por eso ha dicho Jesús “Si me amais, guardareis mis mandamientos… El que acoge mis mandamientos y los observa es el que me ama… Si uno me ama, observará mi palabra… Nadie tiene un amor más grande que el dar la vida por quienes ama” (Jn 14,15.21.23; 15,13).

Las penas del Corazón de Jesús y del Corazón de María

El Corazón de María y el Corazón de Jesús.

Esta mañana he recibido la Comunión y, encontrándome con Jesús, estaba presente la Mamá y Reina y, oh, qué maravilla, miraba a la Madre y veía el Corazón de Ella convertido en el Niño Jesús, miraba al Hijo y veía en el Corazón del Niño a la Madre… (3°, 6-1-1900)

Está decretado el Reino de la Divina Voluntad por medio de dos vírgenes; por la primera vino la Redención, por la segunda ha de venir el Reino

De los Escritos de Luisa Piccarreta “la Pequeña Hija de la Divina Voluntad”:

“…Estaba pensando: “Si Jesús tanto quiere que este modo de vivir en el Divino Querer sea conocido, debiendo ser una nueva época que ha de traer tanto bien, que supere los mismos bienes de su Redención, podría hablarle al Papa, que como cabeza de la Iglesia, teniendo la autoridad, podría influir enseguida sobre los miembros de toda la Iglesia al hacer conocer esta doctrina celestial y traer este gran bien a las generaciones humanas, o a alguna persona importante. A ellos les sería más fácil, pero yo, pobre ignorante, desconocida, ¿cómo podré hacer que se conozca este gran bien?”

Qué significa “vivir en el Divino Querer”

De los Escritos de Luisa Piccarreta “la Pequeña Hija de la Divina Voluntad”:

“¡…Ah, tú no sabes qué significa vivir en mi Querer! Significa hacerme volver las puras alegrías de la finalidad de la Creación, mi inocente diversión por la que creé al hombre, significa quitarme toda la amargura que la pérfida voluntad humana me dio casi desde el nacimiento de la Creación, significa un intercambio continuo de voluntad humana y Divina, y el alma, temiendo de la suya, vive de la Mía, y la Mía va colmando el alma de alegría, de amor y de bienes infinitos. Oh, qué felíz me siento al poder dar lo que quiero a esta alma, porque mi Voluntad contiene capacidad para poder recibir todo. Por lo tanto entre ella y Yo ya no hay más divisiones, sino estable unión de obrar, de pensar, de amar, porque mi Voluntad la suple en todo. Así que estamos perfectamente de acuerdo y tenemos en común nuestros bienes. Eso había sido la finalidad de la creación del hombre, hacerle vivir como hijo nuestro y poner en común con él nuestros bienes, para que fuera en todo felíz y Nosotros nos quedaramos divertidos con su felicidad.

Los libros y el Libro de la Vida (nuestra preparación al Cielo)

«Concedenos sentarnos en tu Gloria, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda» (Mc 10,37).

«Después vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie ante el trono. Fueron abiertos los libros. Y fue abierto también otro Libro, el de la Vida. Los muertos fueron juzgados conforme a lo que estaba escrito en aquellos libros, cada uno según sus obras. El mar restituyó los muertos que custodiaba y la muerte y las regiones inferiores devolvieron los muertos que custodiaban y cada uno fue juzgado según sus obras. Después la muerte y los lugares inferiores fueron arrojados al lago de fuego. Esa es la segunda muerte, el lago de fuego. Y el que no estaba escrito en el Libro de la Vida fue arrojado al lago de fuego» (Apocalipsis 20, 12-15).