Los libros y el Libro de la Vida (nuestra preparación al Cielo)

«Concedenos sentarnos en tu Gloria, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda» (Mc 10,37).

«Después vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie ante el trono. Fueron abiertos los libros. Y fue abierto también otro Libro, el de la Vida. Los muertos fueron juzgados conforme a lo que estaba escrito en aquellos libros, cada uno según sus obras. El mar restituyó los muertos que custodiaba y la muerte y las regiones inferiores devolvieron los muertos que custodiaban y cada uno fue juzgado según sus obras. Después la muerte y los lugares inferiores fueron arrojados al lago de fuego. Esa es la segunda muerte, el lago de fuego. Y el que no estaba escrito en el Libro de la Vida fue arrojado al lago de fuego» (Apocalipsis 20, 12-15).

La vida es como un libro, de muchas páginas. Tantas como son los días de nuestra vida, incluso las horas y los minutos. Lo escribimos día tras día, hora tras hora. Al final, la Gloria del Cielo, el grado de felicidad dependerá de cuantos motivos de felicidad y de gloria habremos acumulado en nuestra vida, en las páginas de nuestro libro. Y lo que escribimos en él debe corresponder a lo que está escrito en el libro de Aquel que es la Vida, Jesucristo.

“Motivos de felicidad y de gloria”, de lo contrario será motivos de infelicidad y de vergüenza: nada se improvisa, todo se prepara aqui, en esta vida, momento por momento. El puesto que ocuparemos en el Cielo ha sido ya establecido por el Padre (“en la Casa de mi Padre hay muchas moradas”), pero nosotros en esta vida nos lo preparamos y dependerá de los motivos de felicidad y de gloria que habremos acumulado. Hay quien tendrá cien y quien cien mil, y quien, tal vez, salvandose en el último momento, tendrá uno o dos…

Imagino la escena inicial del día: el niño (nuestra alma) se despierta y corre enseguida a su Papá, el Padre Divino, que lo está esperando con tanto amor. Cuando llega, lo abraza, le da un beso y lo sienta sobre una de sus rodillas; a continuación saca un libro grande, maravilloso, “el Libro de la Vida”, mientras que el niño toma su cuadernito, en el que ha de copiar lo que para ese día ya está escrito en el Libro de la Vida… ¿La Vida de quién? ¡De Jesús! Porque El ha vivido en su Vida la vida de cada uno de nosotros, como debía de ser, de un modo perfecto, divino.

“Si tú me lo permites –dice Jesús– Yo quiero ser en tí Actor y Espectador al mismo tiempo”. Entonces, si el niño es inteligente, dice: “Papá, yo no sé escribir, lo hago muy mal, me distraigo y pierdo tanto tiempo, me equivoco con las palabras, y luego mi escritura impresentable, llena de errores, de manchas, de monigotitos…, ¡ayúdame!” ¡Esa es la palabra que el Padre esperaba! Entonces el Papá le dice: “Dame la manita, ponla en la mía”, y así, en un momento, mano en la mano, escriben la página del día… “Papá, qué bonito es lo que Tú has escrito…” –“Hijo mío, «que hemos escrito», porque si tú no me hubieras prestado dócilmente la manita, Yo no habría escrito nada”.

Jesús, el divino Protagonista del Libro de la Vida, nos ha llevado consigo, como cosa suya, a todos nosotros, a todas las criaturas, en cada página de su Vida desde la Encarnación. Ha hablado por nosotros, ha respondido al Padre en nombre propio y en nombre nuestro: “Héme aqui, oh Padre, que vengo para hacer tu Voluntad”. Pero nosotros no lo sabíamos, estabamos en El como criaturas. Despues, en el huerto de los Olivos ha repetido, de nuevo en nombre nuestro: “Padre, si es posible, aparta de Mí este cáliz, pero no se haga mi voluntad, sino la Tuya”, y de esa forma nos ha redimido. Era la esencia de nuestra Redención, pero nosotros todavía no lo sabíamos. Con el Bautismo la Redención ha entrado en nosotros, haciendonos hijos, y Jesús se ofrece a ser el divino Protagonista de cada página de nuestra vida, “si se lo permitimos”. Así lo ha vivido San Pablo, como todos los Santos: “He sido crucificado con Cristo y ya no soy yo el que vive, es Cristo quien vive en mí” (Gál 2,20). Pero su proyecto, su anhelo es que ahora nosotros vivamos en El conscientemente, tomando parte activa con El en cada página de su Vida, para hacer que así sea nuestra.


Apuntes para una Fe clara en tiempos de confusion

Pescia Romana (Viterbo, Italia), 13 de Octubre de 2017, en el Centenario de la sexta aparición de Nuestra Señora en Fátima y del “milagro del Sol”, signo del Reino del Querer Divino y del triunfo del Corazón Inmaculado de María.

En la Fe de la Santa Iglesia, sin pretender dar lecciones a nadie, ofrezco al buen sentido y a la buena voluntad de quien lee estas reflexiones, con el deseo de ayudar a los hermanos que el Señor me ha encomendado –“mi parroquia espiritual o extraterritorial”– en este tiempo de oscuridad, de confusión y de extravío de la Fe para su formación básica en la Fe y como guía en su vida.

P. Pablo Martín

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