Las penas del Corazón de Jesús y del Corazón de María

El Corazón de María y el Corazón de Jesús.

Esta mañana he recibido la Comunión y, encontrándome con Jesús, estaba presente la Mamá y Reina y, oh, qué maravilla, miraba a la Madre y veía el Corazón de Ella convertido en el Niño Jesús, miraba al Hijo y veía en el Corazón del Niño a la Madre… (3°, 6-1-1900)

Todas las penas inmensas del Corazón de Jesús, El las siente en el Corazón de su Madre.

“Hija mía, entre tantas heridas que tiene mi Corazón, hay tres que Me dan penas mortales y un dolor tan acerbo que supera todas las demás heridas juntas, y son las penas de las almas que Me aman. Cuando veo un alma que es toda mía y que sufre por mi causa, torturada, conculcada, diespuesta a sufrir aun la muerte más dolorosa por Mí, Yo siento sus penas como si fueran mías y tal vez aún más. Ah, el amor sabe abrir desgarrones más profundos, tanto que no deja sentir las otras penas. En esta primera herida, la primera que está es mi Madre querida. ¡Oh, cómo se desbordaba en mi Corazón el suyo, traspasado a causa de mis penas, y sentía en lo vivo todas las heridas que lo traspasaban! Y viéndola morir sin morir, a causa de mi muerte, Yo sentía en mi Corazón la amargura y la intensidad de su martirio y sentía las penas de mi muerte que sentía el Corazón de mi Madre querida, y mi Corazón moría con Ella. Así que todas mis penas, unidas con las penas de mi Mamá, superaban todo. Era justo que mi Madre Celestial ocupara el primer puesto en mi Corazón, tanto en el dolor como en el amor, porque cada pena sufrida por amor mío abría mares de gracias y de amor, que se derramaban en su Corazón transpasado. En esa herida se hallan todas las almas que sufren por causa mía y sólo por amor…” (12°, 27-1-1919)

Los dolores de María la constituyeron Reina, porque estaban animados por el “Fiat” Divino.

Estaba pensando en los dolores de mi Madre Celestial, y mi amable Jesús, moviéndose en mi interior, me ha dicho: “Hija mía, el primer Rey de los dolores fui Yo, y siendo Yo hombre y Dios, tenía que reunir todo en Mí para tener la primacía sobre todo, incluso sobre los mismos dolores. Los de mi Madre no eran sino el reflejo de los míos, que reflejándose en Ella le comunicaban todos mis dolores, los cuales, traspasándola, la llenaron de tanta amargura y pena que se sentía morir a cada reflejo de mis dolores; pero el Amor la sostenía y le devolvía la vida. Por eso, no sólo por honor, sino con derecho de justicia fue la primera Reina del inmenso mar de sus dolores”.

Mientras así decía, me parecía ver a mi Mamá delante de Jesús, y todo lo que que Jesús tenía, los dolores y heridas de aquel Corazón Divino, se reflejaba en el Corazón de la Reina Dolorosa, y al reflejarse se formaban otras tantas espadas en el Corazón de la Madre traspasada. Esas espadas estaban selladas por un ‘Fiat’ de luz, de la cual Ella quedaba circundada, en medio a tantos ‘Fiat’ de luz refulgentísima, que le daban tanta gloria, que no hay palabras para decirla.

Y Jesús ha proseguido diciendo: “No fueron los dolores los que constituyeron reina a mi Madre y la hicieron resplandecer de tanta gloria, sino mi ‘Fiat’ Omnipotente, que trenzaba cada uno de sus actos y dolores y era la vida de cada uno de ellos. De manera que mi ‘Fiat’ era el acto primero que formaba la espada, dándole la intensidad de dolor que quería. Mi ‘Fiat’ podía poner en ese Corazón transpasado todos los dolores que quería, añadiendo heridas a heridas, penas sobre penas, sin la sombra de la menor resistencia; al contrario, Ella se sentía honrada de que mi ‘Fiat’ se hiciera vida hasta de cada latido suyo. Y mi ‘Fiat’ le dió gloria completa y la constituyó Reina verdadera y legítima. Ahora, ¿en qué almas podrán riflejarse los destellos de mis dolores y de mi misma vida? En aquellas que tengan como vida mi ‘Fiat’. Este ‘Fiat’ formará en ellas mis reflejos y Yo seré generoso en compartir lo que mi Querer realiza en Mí. Por eso espero a las almas en mi Voluntad, para darles el verdadero dominio y la gloria completa de cada acto y pena que puedan sufrir. Fuera de mi Voluntad, el obrar y el sufrir Yo no los reconozco; podría decir: «No tengo nada que darte; ¿cuál es la voluntad que te ha animado para hacer o sufrir éso? Pues que ésa te pague». Muchas veces el hacer el bien, el padecer, sin que tenga que ver mi Voluntad, pueden ser míseras esclavitudes, que se vuelven pasiones, mientras que sólo mi Querer da el verdadero dominio, las verdaderas virtudes, la verdadera gloria, que convierte lo humano en divino”. (15°, 23-3-1923)

El Reino de la paz se halla en el Corazón de María.

“Mi Reino estuvo en el Corazón de mi Madre, y eso fue porque su Corazón nunca estuvo agitado en lo más mínimo, tanto que en el mar inmenso de la Pasión sufrió penas indecibles, su Corazón fue traspasado de parte a parte por la espada del dolor, pero no recibió el mínimo aliento de turbación. Por lo tanto, siendo mi Reino un reino de paz, pude extenderlo en Ella y sin obstáculo alguno libremente reinar”. (2° Volumen, 4-7-1899)

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