¿Cómo ha de ser nuestra respuesta a Dios?

Dios nos ha hecho llegar una Noticia, una Propuesta, un Mensaje suyo extraordinario: El desea que vivamos con El en perfecta comunión de vida, que podamos decir con Jesús al Padre: «Todo lo tuyo es mío y todo lo mío es tuyo» (Jn 17,10). Dios quiere que amemos y que Lo amemos con su mismo Amor, y por eso nos ofrece ahora el don de su mismo “Corazón”, de su adorable Voluntad, que es el “Corazón” de las Tres Divinas Personas, para que vivamos con Dios su vida, tomemos parte en sus obras, amemos como las Divinas Personas aman. Y cada día, a todas horas Dios espera nuestra respuesta.

La primera palabra de Jesús y de María que conocemos es “héme aquí”. Así como la primera palabra que dijo Dios es “¡Hágase! Fiat!”. “Héme aquí que vengo para hacer tu Voluntad”, dijo Jesús en el momento de encarnarse; “he aquí la sierva del Señor, hágase en mí según tu palabra”, dijo la Stma. Virgen respondiendo al Mensajero de Dios. “Héme aquí” significa: aquí estoy presente, a tu disposición, dispuesto a hacer lo que Tú quieras, soy tuyo… “Héme aquí, por lo tanto, oh Padre, que vengo para hacer mía tu Voluntad”… “Héme aquí, oh Padre, que vengo para hacer contigo y como Tú tu Voluntad”… “Héme aquí, oh Padre, que vengo para hacer realidad viva en mí tu Voluntad”… Pero si Jesús ha dicho que “el Hijo no puede hacer nada sino lo que le ve hacer al Padre; lo que hace el Padre, también lo hace el Hijo” (Jn 5,19), ¡cuánto más nosotros, criaturas, debemos decirlo! Por eso pidamos al Padre que sea El mismo el que haga todo por medio de nosotros, con nosotros, en nosotros, no sólo lo que nos pide que hagamos, sino sus mismas Obras.

En nuestros pequeñísimos actos, Dios desea poner y reunir todo lo que El hace; en los brevísimos fragmentos de nuestra vida, su misma Vida.

Y el Señor nos dice: “En mi Querer no puedes eximirte de hacer lo que hago Yo. Es una cosa connatural, y eso es precisamente la Santidad en mi Querer: no hacer nada por cuenta propia, sino hacer lo que hace Dios… Así mi Voluntad y la tuya son como dos aguas unidas juntas, y lo que hace una lo ha de hacer la otra” (Vol. 14°, 12.5.1922). 

“Estoy a la puerta y llamo: si alguien escucha mi voz y abre la puerta, Yo entraré a él y cenaré con él y él conmigo”, dice el Señor (Apocalipsis 3,20). El alma debe poder abrir las puertas y disponerse a conocer las verdades de la Divina Voluntad: “La primera es querer vivir de mi Querer, la segunda es querer conocerlo, la tercera es apreciarlo (Vol. 13°, 25.1.1922). “Abríos, puertas eternas, que entre el Rey de la Gloria” (Salmo 23).

“Basta que lo quieran y que dejen a un lado el querer humano, y el Querer Divino se hará respirar por el alma y le dará la vida, los efectos, el valor de la Vida de mi Querer. Pero si no se le conoce, ¿cómo podrán amar y querer un vivir tan santo?”  (Vol. 14°, 16.7.1922).    

El amor pide respuesta de amor. El Don tiene que ser recíproco. Nuestra voluntad debe intervenir: ¿cómo? dandola a Dios, si bien sigue en nosotros siendo nuestra. Nuestro querer es el que ha de ser totalmente sustituido por el Suyo. El despojo del alma y la convicción de que somos nada le permiten a Jesús obrar en nosotros.

“El que no está vacío del todo de su querer, no puede tener un conocimiento cierto del Mío, porque el querer humano forma una nube entre el Mío y el suyo e impide conocer el valor y los efectos que tiene el Mío”  (Vol. 14°, 23.6.1922).

Y Luisa escribe: “Continuando mi habitual estado, estaba pidiendole a mi amado Jesús que viniera a amar, a orar, a reparar en mí, porque yo no sabía hacer nada. Y el dulce Jesús, compadeciendo mi nulidad, ha venido detenien-dose a orar conmigo, amando y reparando junto conmigo; y luego me ha dicho: “Hija mía, cuanto más se despoja de sí el alma, tanto más la visto de Mí; cuanto más cree que no puede hacer nada, tanto más actúo Yo en ella y hago todo. Siento que la criatura pone en acto todo mi Amor, mis plegarias, mis reparaciones, etc.; y para honrarme a Mí mismo, siento lo que quiere hacer: ¿amar? Voy a ella y amo con ella. ¿Quiere rezar? Rezo con ella. Es decir, su despojo y su amor, que es mío, me atan y me obligan a hacer con ella lo que quiere hacer, y Yo le doy al alma el mérito de mi Amor, de mis plegarias y reparaciones. Con sumo contento mío siento que se repite mi Vida y hago que desciendan para bien de todos los efectos de mi obrar, porque no es de la criatura, que está escondida en Mí, sino mío”. (Vol. 12°, 14.6.1917)

El Señor explica las condiciones y los pasos que hacen falta para vivir en el Divino Querer (Vol. 12°, 6.3.1919):

“Hija mía, todo lo que es imposible a la criatura es posible a Mí. Es verdad que es el prodigio más grande de mi omnipotencia y de mi amor, pero cuando quiero, todo puedo, y lo que parece dificil, para Mí es facilísimo. Sin embargo quiero el sí de la criatura y como una cera blanda dejarme que haga lo que Yo quiera hacer de ella. Es más, debes saber que antes de llamarla a que viva del todo en mi Querer la llamo de vez en cuando, la despojo de todo, le hago pasar una especie de juicio (de exámen), porque en mi Querer no hay juicios, todas las cosas quedan conformes conmigo, el juicio es fuera de mi Voluntad, pero de todo lo que entra en mi Querer ¿quién se atreverá a hacer un juicio? Y Yo nunca me juzgo a Mí mismo. No sólo eso, sino que varias veces la hago morir, incluso corporalmente, y luego de nuevo la pongo en vida y el alma vive como si no viviera; su corazón está en el Cielo y vivir es su mayor martirio. ¿Cuántas veces no lo he hecho contigo? Todo esto son preparativos para disponer al alma a que viva en mi Querer. Y luego las cadenas (series) de mis gracias, de mis visitas repetidas: ¿cuántas non te he hecho? Todo era para prepararte a la altura de vivir en el mar inmenso de mi Voluntad. Por eso, no quieras indagar, sino sigue tu vuelo”.

“Mi Resurrección es símbolo de las almas que formarán la santidad en mi Querer. Los santos de estos siglos pasados son representados por mi Humanidad, los cuales, si bien resignados, no han tenido el acto continuo en mi Querer, por lo tanto no han recibido la huella del sol de mi Resurrección, sino la huella de las obras de mi Humanidad antes de la Resurrección. Por eso serán muchos: casi como estrellas formarán un hermoso ornamento al cielo de mi Humanidad. Pero los santos del vivir en mi Querer, que representarán mi Humanidad resucitada, serán pocos. De hecho, mi Humanidad, antes de morir, la vieron muchos, multitudes y gentes, pero mi Humanidad resucitada la vieron pocos, sólo los creyentes, los más dispuestos y, podría decir, sólo los que tenían el germen de mi Querer, que si no lo hubieran tenido, les habría faltado la vista necesaria para poder ver mi Humanidad gloriosa y resucitada y así ser espectadores de mi Ascensión al Cielo. Pues bien, si mi Resurrección representa a los santos del vivir en mi Querer –y eso con razón, porque cada acto, palabra, paso, etc. hecho en mi Querer es una resurrección divina que recibe el alma, es una señal de gloria que se le da, es un salir de ella para entrar en la Divinidad, y el alma, escondiendose en el fúlgido sol de mi Querer, ama, obra, piensa–, ¿qué de extraño tiene que el alma quede toda resucitada e identificada en el mismo sol de mi Gloria y represente mi Humanidad resucitada? Pero pocos son los que se disponen a eso, porque las almas en la misma santidad quieren alguna cosa para su propio bien, mientras que la santidad del vivir en mi Querer no tiene nada de propio, sino todo de Dios. Y para disponerse las almas a eso, desprenderse de los propios bienes, demasiado se requiere; por eso no serán muchos. Tú no eres del número de los muchos, sino de los pocos; por eso sé siempre atenta a la llamada y a tu vuelo continuo” (Vol. 12°, 15.4.1919).

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