La Entrega y la Consagración a María
Consagración diaria a la Santísima Virgen
Oh María, Madre de Jesús y Madre mía, yo te entrego y te consagro mi vida como ha hecho tu Hijo Jesús.
Me consagro a tu derecho de Madre y a tu poder de Reina, a la sabiduría y al amor del que Dios te ha colmado, renunciando totalmente al pecado y a aquel que lo inspira, te entrego a Tí mi ser, mi persona y mi vida, y especialmente mi voluntad, para que Tú la conserves en tu Corazón materno y la ofrezcas al Señor junto con el sacrificio que Tú hiciste de Tí misma y de tu voluntad. En cambio, enséñame a hacer como Tú la Voluntad Divina y a vivir en Ella. Amén
Consagración de la voluntad humana a la Reina del Cielo
(De «La Virgen María en el Reino de la Divina Voluntad»)
Mamá dulcísima, héme aquí postrado a los pies de tu trono. Soy tu pequeño hijo, quiero darte todo mi amor filial y, como hijo tuyo, quiero reunir todos los sacrificios, las invocaciones, las promesas que tantas veces he hecho de no hacer nunca más mi voluntad, y formando con todo una corona, quiero ponerla en tu regazo como testimonio de amor y de gratitud a mi Mamá.
Pero no basta; quiero que la tomes en tus manos como señal de que aceptas mi entrega, y al contacto con tus dedos maternos la conviertas en tantos Soles, al menos por cuantas veces he intentado hacer la Voluntad Divina en mis pequeños actos.
Ah, sí, Madre Reina, este hijo tuyo quiere ofrecerte homenajes de luz y de soles refulgentísimos. Sé que Tú ya tienes tantos de esos soles, pero no son los soles de este hijo tuyo; mientras que yo quiero darte los míos para decirte que te amo y hacer que me ames. Madre Santa, Tú me sonríes y con toda bondad aceptas mi entrega, y yo te doy las gracias de corazón… Pero quiero decirte tantas cosas; quiero depositar en tu Corazón Materno mis penas, mis temores, mis debilidades y todo mi ser como en el lugar de mi refugio; quiero consagrarte mi voluntad. ¡Oh, Madre mía, acéptala, haz de ella un triunfo de la Gracia y un campo en el que la Divina Voluntad extienda su Reino! Esta voluntad mía, a Tí consagrada, nos hará inseparables y nos tendrá en continua relación; las puertas del Cielo no se cerrarán para mí, porque habiendote consagrado mi voluntad, en cambio me darás la Tuya. De modo que, o la Madre vendrá a estar con este hijo suyo en la tierra, o el hijo irá con su Mamá al Cielo. ¡Oh, qué felíz seré!
Oye, Mamá queridísima, para hacer más solemne la consagración de mi voluntad a Tí, invoco a la Trinidad Sacrosanta, a todos los Angeles, a todos los Santos, y delante de todos declaro con juramento que hago solemne consagración de mi voluntad a mi Mamá Celestial. Y ahora, Reina Soberana, para darle cumplimiento te pido tu santa benedición para mí y para todos. Que tu bendición sea el celestial rocío que descienda sobre los pecadores y los convierta, sobre los afligidos y los consuele, descienda sobre el mundo entero y lo transforme en el bien; descienda sobre las almas del Purgatorio y apague el fuego que les quema. Que tu bendición materna sea prenda de salvación para todas las almas.
Oración a la Reina Celestial
(De «La Virgen María en el Reino de la Divina Voluntad»)
Reina Inmaculada, Celestial Madre mía, vengo a tus rodillas maternas, abandonandome, como hijo tuyo querido, en tus brazos, para pedirte con los suspiros más ardientes la gracia más grande: que me admitas a vivir en el Reino de la Divina Voluntad.
Madre Santa, Tú que eres la Reina de este Reino, admíteme como hijo tuyo a vivir en él, para que no esté más desierto, sino poblado por tus hijos. Por eso, Reina Soberana, a Tí me entrego, para que guíes mis pasos en el Reino del Querer Divino, y estrechado a tu mano materna guíes todo mi ser, para que yo haga vida perenne en la Divina Voluntad.
Tú me harás de Madre, y como a Madre mía te hago entrega de mi voluntad, para que Tú me la cambies con la Divina Voluntad y así pueda estar seguro de no salir de su Reino. Por eso te ruego que me ilumines, para hacerme comprender qué significa “Voluntad de Dios”.
Oración a la Madre y Reina
Mamá Reina, ¡ah, házme vivir y morir en el FIAT de la Divina Voluntad! Irrevocablemente renuncio a mí mismo, me consagro de nuevo a Tí, me entrego a Tí. Sumérgeme en tus mares de amor, de dolor y de virtudes que para nosotros has merecido. Renuévame, concíbeme y aliméntame. Haz de mí tu Jesús.
Siempre infinitamente unido a Tí en el hilo del FIAT Divino, envuelvo e inundo todo lo creado y uniformo todos los actos de todas las criaturas que son, que han sido y que serán. Sumérgelos antes en tus mares y en los méritos y en la Sangre de Jesús, transformándolos así en actos de amor, de generación de la Divina Voluntad, por cuantas vidas divinas la Stma. Trinidad desea y merece.
Y en el hilo de la Divina Voluntad, que me une a Tí con tu Jesús, uno también todos esos actos en un único indisoluble hilo divino. Teje con tus manos maternas la túnica a Jesús, metiendo y sellando en ella a todas las almas, no excluída ninguna. ¡Cierra Tú misma las puertas del inferno! ¡Que la Justicia sea satisfecha! ¡Que la Misericordia triunfe! ¡Que venga, que venga tu triunfo, con el Reino de la Divina Voluntad y del Divino Amor! ¡Que el Espíritu Santo purifique, inflame y santifique todos los corazones! Jesús, María, dad valor a todas mis cosas y hacedlas vuestras. ¡Mamá Reina, méteme con el mundo entero en el FIAT de la Voluntad Divina!