¿Por qué pecó Adán?

De los Escritos de Luisa Piccarreta “la Pequeña Hija de la Divina Voluntad”:

Después de eso pensaba entre mí: mi primer padre Adán, antes de pecar, poseía todos estos vínculos y relaciones de comunicación con toda la Creación, porque poseyendo íntegra la Voluntad Suprema era como cosa natural sentir en él todas las comunicaciones, donde quiera que Esta obraba. Ahora, al separarse de este Querer tan Santo, ¿no sintió el desgarrón con toda la Creación, la ruptura de todas las comunicaciones y todos los vínculos rotos, como de un solo golpe, con ella? Si yo, sólo cuando pienso si debo o no hacer un acto, y sólo con vacilar siento que el cielo tiembla, que el Sol se retira y toda la Creación se sacude y está a punto de dejarme sola, tanto que yo tiemblo con alla e inmediatamente, espantada, sin vacilar hago lo que debo, ¿cómo pudo hacerlo?  ¿No sintió ese desgarrón tan doloroso y cruel?

Y Jesús, moviendose en mi interior, me ha dicho: “Hija mía, Adán sintió ese desgarrón tan doloroso y a pesar de todo cayó en el laberinto de su voluntad, que ya no le dio paz, ni a él, ni a sus descendientes. Como en un solo repiro toda la Creación se retiró de él. Retirandose la felicidad, la paz, la fuerza, la soberanía, todo, se quedó solo consigo mismo.

¡Pobre Adán, cuánto le costó separarse de mi Voluntad! Sólo con sentirse aislado, ya no más cortejado por toda la Creación, sentía un espanto y horror tal, que se volvió el hombre temeroso. Temía de todo y de mis mismas obras, y con razón, porque se dice: «quien no está conmigo está contra mí». No estando ya vinculado con ellas, por justicia se habían de poner en contra de él.

¡Pobre Adán, mucho hay que compadecerlo! El no tenía ningún ejemplo de otro que hubiera caído y del gran mal que le hubiera sucedido, por lo cual pudiese estar atento para no caer; él no tenía ninguna idea del mal. Porque, hija mía, el mal, el pecado, la caída de otro tiene dos efectos: a quien es malo y quiere caer,   le sirve de ejemplo, de empujón, de estímulo para precipitarse en el abismo del mal; a quien es bueno y no quiere caer, le sirve de antídoto, de freno, de ayuda y defensa para no caer, porque viendo el gran mal, la desventura de otro, le sirve   de ejemplo para no caer y no ir por ese mismo camino, para no verse en esa misma desgracia. De manera que el mal ajeno hace estar vigilante y atento. Por eso la caída de Adán es para tí de gran ayuda, de lección, de aviso, mientras que él no tenía ninguna lección del mal, porque el mal entonces no existía”.  (20° Vol., 10.11.1926)

“…¿Quieres saber por qué pecó Adán? Porque se olvidó de que Yo lo amaba y se olvidó de amarme. Ese fue el primer germen de su culpa. Si hubiera pensado que Yo lo amaba tanto y que él estaba obligado a amarme, jamás se habría decidido a desobedecerme. Así que primero cesó el amor, después empezó el pecado. Y en el momento que cesó de amar a su Dios cesó el verdadero amor a sí mismo; sus mismos miembros y facultades se le rebelaron; perdió el dominio, el orden, y sintió miedo. Y no sólo, sino que cesó el verdadero amor a las demás criaturas, mientras que Yo lo había creado con el mismo amor que reinaba entre las Divinas Personas, por lo que uno debía de ser la imagen del otro, la felicidad, la alegría y la vida del otro. Por eso, cuando vine a la tierra, la cosa a la que dí más importancia fue que se amaran unos a otros como son amados por Mí, para darles mi primer amor, para hacer que sobre la tierra sople el Amor de la Stma. Trinidad…” (16° Vol., 06.09.1923)


Adán «hijo de Dios»

en la Sagrada Escritura y en los escritos de la Sierva de Dios Luisa Piccarreta “la adanenlosescritosdeluisawebpequeña Hija de la Divina Voluntad”.

La realidad histórica de Adán, único cabeza de la humanidad, responsable por sí y por todos de la respuesta a Dios, figura “de Aquel que había de venir”, Jesucristo, es un elemento fundamental en la Revelación cristiana. En estos escritos se le hace justicia a la verdad acerca de Adán, a su creación, al primer periodo de su vida en estado de “justicia original”, a su caída con todas las consecuencias y su verdadera rehabilitación. Padre Pablo Martín Sanguiao

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