María preparó en su seno virginal el terreno divino en el que el Verbo Eterno tenía que vestirse de carne humana

De los Escritos de Luisa Piccarreta “la Pequeña Hija de la Divina Voluntad”:

“Hija mía querida, si la Concepción de mi Madre Celestial fue prodigioso y fue concebida en el mar que salió de las Tres Divinas Personas, mi Concepción no fue en el mar que salió de Nosotros, sino en el gran mar que residía en Nosotros, nuestra misma Divinidad, que descendía al seno virginal de esta Virgen, y quedé concebido. Es verdad que se dice que el Verbo se encarnó, pero mi Padre Celestial y el Espíritu Santo eran inseparables de Mí. Es verdad que Yo tuve la parte agente, pero Ellos la tuvieron concurrente.

Imagínate dos reflectores, de los que uno refleja en el otro la misma imágen. Los sujetos son tres: el de enmedio toma la parte operante, sufriente, suplicante; los otros dos estan con él, concurren y son expectadores. Por tanto puedo decir que de los dos reflectores, uno era la Trinidad Sacrosanta y el otro mi Madre querida.

Ella, en el breve curso de su vida, con vivir siempre en mi Querer Me preparó en su seno virginal el pequeño terreno divino en el que Yo, Verbo Eterno, tenía que vestirme de carne humana, porque jamás habría bajado en un terreno humano. Y reflejándose la Trinidad en Ella, quedé concebido. Por eso, mientras esa misma Trinidad permanecía en el Cielo, Yo quedé concebido en el seno de esta noble Reina. Todas las demás cosas, por más que sean grandes, nobles, sublimes, prodigiosas, incluso la misma Concepción de la Virgen Reina, todas se quedan atrás; no hay nada comparable, ni amor, ni grandeza, ni potencia, a mi Encarnación. Aquí no se trata de formar una vida, sino de encerrar la Vida que da la vida a todos, no de extenderme, sino de restringirme, para poder encarnarme, no para recibir, sino para dar… ¡Quien ha creado todo, para encerrarse en una creada y pequeñísima Humanidad! Estas son solamente obras de un Dios, de un Dios que ama, que a toda costa quiere vincular con su Amor a la criatura para hacer que Lo ame.

Pero ésto aún es nada. ¿Sabes tú dónde resplandeció todo mi Amor, toda mi Potencia y Sabiduría? Apenas la Potencia Divina formó esta pequeñísima Humanidad, tan pequeña que podría compararse al tamaño de una avellana [1], pero con todos sus miembros proporcionados y formados [2], y el Verbo quedó concebido en Ella, la inmensidad de mi Voluntad, conteniendo en sí a todas las criaturas pasadas, presentes y futuras, concibió en Ella las vidas de todas las criaturas y, a la vez que crecía la mía, así crecían ellas en Mí. Por eso, mientras aparentemente parecía estar Yo solo, visto con el microscopio de mi Voluntad se veían concebidas todas las criaturas. Conmigo sucedía como cuando se ven aguas cristalinas, que parecen claras, pero viéndolas con el microscopio, ¿cuántos microbios no se ven?

Mi Encarnación fue tal y tan grande, que la gran rueda de la Eternidad quedó tocada y estática, al ver los innumerables excesos de mi Amor y todos los prodigios reunidos en uno solo. Toda la mole del Universo quedó conmovida al ver que el que da vida a todo se encerraba, se empequeñecía, se anonadaba, encerraba todo…, ¿para hacer qué? Para asumir las vidas de todos y hacer que renacieran todos”. (15°, 16-12-1922)


[1] Luisa usa una palabra en dialecto, que significa “avellana”, pero que a la vez en italiano es “el tejido interno del óvulo, del cual se forma el saco del embrión”; un significado que ella no podía conocer.

[2] No es casual que Jesucristo sea, en su Stma. Humanidad, “el Primogénito” entre todas las criaturas (Col.1,15), “el nuevo Adán”, el modelo ejemplar del mismo Adán y de todo el género humano.

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