Los dolores de María – gracia y gloria para todos
De los Escritos de Luisa Piccarreta “la Pequeña Hija de la Divina Voluntad”:
El motivo de la aflicción de María.
Continuando mi estado de privación, esta mañana parece que Lo he visto un poco, junto con la Reina Madre, y estando Jesús con la corona de espinas, se la he quitado, compadeciéndolo; y mientras lo hacía me ha dicho: “Compadece también a mi Madre, porque siendo mi padecer el motivo de sus dolores, compadeciéndola a Ella, Me compadeces a Mí”. (4°, 5-4-1901)
Los dolores de María se han convertido en gracia y gloria para todos.
Hallándome en mi habitual estado, ha venido la Reina Madre y me ha dicho: “Hija mía, mis dolores, como dicen los profetas, fueron un mar de dolores, que en el Cielo se han vuelto un mar de gloria; y cada dolor mío ha producido otros tantos tesoros de gracia; y así como en la tierra Me lleman Estrella del mar, con con seguridad conduce al puerto, así en el Cielo Me llaman Estrella de luz para todos los bienaventurados, de modo que son recreados por esta luz que Me produjeron mis dolores”. (4°, 24-2-1902)
Los siete dolores de María son siete canales de Gracia para todos.
Esta mañana me he encontrado afuera de mí misma y, mirando la bóveda del cielo, veía siete soles súmamente resplandecientes, cuya forma era diferente del sol que nosotros vemos; empezaban en forma de cruz y acababan en punta, y esa punta estaba dentro de un corazón. En un primer momento no se veía bien, porque la luz de estos soles era tanta que no dejaba ver quien estaba dentro, pero cuanto más me acercaba, tanto más se distinguía que dentro estaba la Mamá Reina…
Luego, acercándose a mí, con toda bondad me ha dicho: “Hija mía, ánimo en el camino del dolor. ¿Ves estos siete soles que salen de dentro de mi corazón? Son mis siete dolores, que Me produjeron tanta gloria y esplendor. Estos soles, fruto de mis dolores, hieren continuamente como flechas el trono de la Santísima Trinidad, la cual, sintiéndose herida, Me manda continuamente siete canales de gracia, de los que Me hace dueña, y Yo los dispongo para gloria de todo el Cielo, como alivio de las almas del purgatorio y en favor de todos los viadores (los que que aún van de camino, los peregrinos) de la tierra.” (6°, 21-12-1903)
Cómo podemos participar en los bienes y en los méritos de los siete dolores de María.
«Todos pueden tomar parte en los méritos y en los bienes que fueron fruto de los dolores de mi Madre. El que de antemano se pone en manos de la Providencia, ofreciéndose a sufrir cualquier clase de penas, miserias, enfermedades, calumnia y todo lo que el Señor quiera disponer de él, toma parte en el primer dolor de la profecía de Simeón. El que actualmente está sufriendo y está resignado, se mantiene más estrechado a Mí y no Me ofende, y como si Me salvase de manos de Herodes, sano y salvo Me protege en el Egipto de su corazón, participa por lo tanto al segundo dolor. El que se siente abatido, árido y privado de mi presencia, y sin embargo sigue fiel y firme en sus habituales tareas, más aún, aprovecha la ocasión para amarme y buscarme aún más, sin cansarse, participa en los méritos y bienes que adquirió mi Madre cuando Me perdió.
El que se encuentra alguna vez en ocasión sobre todo de ver que soy ofendido gravemente, despreciado, pisoteado, y trata de ofrecerme reparación, de compadecerme y de pedir por los mismos que Me ofenden, es como si en él Yo encontrase a mi misma Madre, que si hubiera podido Me habría liberado de mis enemigos, y participa a su cuarto dolor. El que crucifica sus sentidos por amor a mi crucifixión y trata de copiar las virtudes de mi crucifixión, toma parte en el quinto. El que está en continuo acto de adorar, de besar mis llagas, de reparar, de darme las gracias, etc., en nombre de todo el género humano, es como si Me tuviera en sus brazos, como Me tuvo mi Madre cuando fui desclavado de la cruz, y participa al sexto dolor. El que se mantiene en mi gracia y corresponde a ella, sin dar espacio en su proprio corazón a nadie más que a Mí solo, es como si Me diera sepultura en el centro de su corazón y participa al séptimo.» (6°, 17-9-1905)
La única intención de María el día de la Pasión.
“Hija mía, mi Madre salió el día de mi Pasión sólo para poder encontrar y consolar a su Hijo. Así el alma que verdaderamente ama, en todo lo que hace, su intención es sólo de encontrar a su Amado y aliviarlo del peso de su cruz…” (8°, 12-1907)
El Amor consumaba a María, le daba la muerte de Jesús y la resucitaba a nueva vida.
Estaba pensando a la Madre Celestial, cuando tenía a mi siempre amado Jesús muerto en sus brazos, qué hacía y cómo se ocupaba de El. Y una luz, acompañada por una voz, decía en mi interior:
“Hija mía, el amor obraba potentemente en mi Madre, el amor la consumaba interamente en Mí, en mis llagas, en mi sangre, en mi misma muerte, y la hacía morir en mi Amor, y mi Amor, consumando el amor y todo lo que era mi Madre, la hacía resucitar con nuevo amor, o sea, toda de mi Amor, de manera que su amor la hacía morir y mi Amor la hacía resurgir a una vida toda en Mí, de una mayor santidad y toda divina. Así que no hay santidad si el alma no muere en Mí, no hay verdadera vida si no se consume del todo en mi Amor”. (10°, 21-6-1911)
La Pasión de Jesús llenó continuamente el alma de María
“Hija mía, a mi querida Mamá nunca se le escapó el pensamento de mi Pasión y a fuerza de repetirla se llenó enteramente de Mí. Así sucede al alma: a fuerza de repetir lo que Yo sufrí, llega a llenarse de Mí”. (11°, 24-3-1913)
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