La Santidad de María: lo que Jesús es por naturaleza propia, María lo es por gracia
De los Escritos de Luisa Piccarreta “la Pequeña Hija de la Divina Voluntad”:
Lo que Jesús es por naturaleza propia, María lo es por gracia.
… Después he mirado su bellísimo Rostro y en mi interior sentía un contento indescriptible, y dirigiéndome a El he dicho: “Dulcísimo Amor mío, ¡soy yo y siento un gusto tan grande al contemplarte! ¿Qué gusto habrá sentido nuestra Mamá y Reina, cuando Te encerraste en sus purísimas entrañas? ¿Cuáles gozos y gracias no le habrás concedido?”
Y El: “Hija mía, fueron tales y tantas las delicias y las gracias que derramé en Ella, que basta decirte que lo que Yo soy por naturaleza, nuestra Madre lo fue por gracia; a mayor motivo que, no habiendo culpa en Ella, mi Gracia pudo dominarla libremente, de modo que de mi Ser no hay cosa alguna, que no le concedí a Ella”.
En ese momento me parecía ver a nuestra Reina y Madre como si fuera otro Dios, con esta sola diferencia: que en Dios es su propia naturaleza, en María Santísima es gracia obtenida. ¿Quién podrá decir mi asombro? ¿Cómo se perdía mi mente viendo un portento de gracia tan prodigioso? Así que, dirigiéndome a El, Le he dicho: “Querido Bien mío, nuestra Madre alcanzó tanto bien porque Te mostrabas intuitivamente. Yo quisiera saber: ¿a mí cómo Te muestras, con visión abstractiva o intuitiva? ¡Quién sabe si será abstractiva!”.
Y El: “Quiero hacerte comprender la diferencia que hay entre una y otra. En la abstractiva el alma contempla a Dios, en la intuitiva entra en El y obtiene las gracias, o sea, recibe en sí la participación del Ser Divino. ¿Y tú cuántas veces no has participado de mi Ser?…” (2°, 26-9-1899)
El Corazón de María y el Corazón de Jesús.
Esta mañana he recibido la Comunión y, encontrándome con Jesús, estaba presente la Mamá y Reina y, oh, qué maravilla, miraba a la Madre y veía el Corazón de Ella convertido en el Niño Jesús, miraba al Hijo y veía en el Corazón del Niño a la Madre… (3°, 6-1-1900)
La Stma. Trinidad y María.
…Veía ante mí una luz interminable y comprendía que en esa Luz moraba la Stma. Trinidad, y a la vez veía ante esa Luz a la Mamá Reina, que quedaba toda absorbida por la Stma. Trinidad, y Ella absorbía en sí a las Tres Divinas Personas, de tal modo que quedaba enriquecida con las tres características propias de la Trinidad Sacrosanta, o sea, la Potencia, la Sabiduría, la Caridad; y así como Dios ama al género humano como parto suyo y como una partícula que ha salido de El, y desea ardientemente que esta parte de Sí mismo vuelva a El, así la Mamá Reina, tomando parte en ésto, ama al género humano con amor incontenible. (4°, 26-1-1902)
Toda la vida y la santidad de María han salido de la palabra “Fiat”.
Continuando mi habitual estado, me he hallado afuera de mí misma, en un jardín, en el que veía a la Mamá Reina que estaba sobre un trono altísimo. Yo ardía de deseo de ir hasta Ella para besarle la mano, y mientras me esforzaba por ir, Ella ha venido a mi encuentro y me ha dado un beso en la cara. Al mirarla he visto en su interior como un globo de luz, y dentro de esa luz estaba la palabra “Fiat”, de la que descendían tantos diferentes e interminables mares de virtudes, gracias, grandezas, gloria, gozos, belleza y todo lo que posee nuestra Reina y Madre, de modo que todo ello tiene como raíz ese “Fiat”, y del “Fiat” proceden todos sus bienes. Oh “Fiat” omnipotente, fecundo, santo, ¿quién puede comprenderte? Yo me siento muda; es tan grande que no sé decir nada; por eso hago punto.
Así que yo la miraba asombrada y Ella me ha dicho: “Hija mía, toda mi santidad ha salido de la palabra «Fiat». Yo no me movía siquiera para respirar, ni para dar un paso, ni para una acción, ni nada, si no desde dentro de la Voluntad de Dios. Mi vida era la Voluntad de Dios, mi alimento, mi todo, y eso me producía tanta santidad, riqueza, gloria, honores, no humanos sino divinos. De manera que el alma, cuanto más unida o identificada está con la Voluntad de Dios, tanto más puede decirse santa, tanto más es amada por Dios; y cuanto más amada es más favorecida, porque su vida no es sino la repetición de la Voluntad de Dios; ¿y podrá no amarla si es la misma cosa suya? Por tanto, no hay que mirar a lo mucho o a lo poco que se hace, sino más bien si lo quiere Dios, porque el Señor más mira a la pequeña obra, si es conforme a su Voluntad, que a la grande sin Ella.” (8°, 5-4-1908)
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