La Resurrección de Jesús es símbolo de las almas que formarán la santidad en su Querer

De los Escritos de Luisa Piccarreta “la Pequeña Hija de la Divina Voluntad”:

Por un poco he visto a mi adorable Jesús en el acto de su Resurrección, con un rostro tan resplandeciente que no se compara con ningún otro resplandor, y me parecía que la Stma. Humanidad de Nuestro Señor, aunque era carne viva, era resplandeciente y transparente, de forma que se veía claramente su Divinidad unida a su Humanidad.

Pues bien, mientras lo veía tan glorioso, una luz que de El venía parecía decirme: Tanta gloria tuvo mi Humanidad por medio de la perfecta obediencia, que destruyendo de hecho la antigua naturaleza me restituyó la nueva naturaleza gloriosa e inmortal. Así el alma, por medio de la obediencia puede formar en sí la perfecta resurrección en las virtudes; por ejemplo: si el alma está afligida, la obediencia le hará que resucite a la alegría; si está agitada, la obediencia le hará que resucite a la paz; si se ve tentada, la obediencia le dará la cadena más fuerte para atar al enemigo y la hará resurgir vencedora de las insidias diabólicas; si está asediada por pasiones y vicios, la obediencia, dándoles muerte, la hará resucitar en las virtudes. Eso en el alma, y a su tiempo hará también la resurrección del cuerpo”. (7.4.1901)

Esta mañana, hallándome fuera de mí misma, por un poco he visto a mi adorable Jesús en el acto de su Resurrección, todo El vestido de luz resplandeciente, tanto que el sol quedaba oscurecido ante aquella luz. Me he quedado encantada y le he dicho: “Señor, si no soy digna de tocar tu Humanidad glorificada, permíteme que por lo menos toque tus vestiduras”.

Y El me ha dicho: “Amada mía, ¿qué dices? Después de resucitar ya no tuve necesidad de vestiduras materiales; mis vestiduras son de sol, de purísima luz, que cubre a mi Humanidad y eternamente resplandecerá, dando gozo indecible a los sentidos los bienaventurados. Eso ha sido concedido a mi Humanidad, porque no hubo parte de ella que no fuera cubierta de oprobios,de dolores y de llagas”. Dicho lo cual ha desaparecido, sin haber podido yo encontrar ni Humanidad, ni vestidura, o sea, mientras quería tocar con las manos su sagrada vestidura, se me escapaba y no la hallaba.  (30.3.1902)

El portento de mi Redención fue la Resurrección, que más que fúlgido sol coronó a mi Humanidad, haciendo resplandecer aun mis más pequeños actos de tan maravilloso resplandor que asombra Cielo y tierra, y que será principio, fundamento y cumplimiento de todos los bienes, corona y gloria de todos los bienaventurados. Mi Resurrección es el verdadero sol que glorifica dignamente a mi Humanidad, es el sol de la religión católica, es la verdadera gloria de todo cristiano. Sin la Resurrección habría sido como el cielo sin sol, sin calor y sin vida. Pues bien, mi Resurrección es símbolo de las almas que formarán la santidad en mi Querer. 

Los santos de los siglos pasados representan a mi Humanidad, los cuales, si bien resignados, no han tenido un acto continuo en mi Querer, por tanto no han recibido la característica del Sol de mi Resurrección, sino la característica de las obras de mi Humanidad antes de la Resurrección. Por eso serán muchos: a modo de estrellas me formarán un hermoso ornamento al cielo de mi Humanidad. Pero los santos del vivir en mi Querer, que representarán a mi Humanidad resucitada, serán pocos. De hecho, mi Humanidad antes de morir, mucha gente, muchos la vieron, pero mi Humanidad resucitada la vieron pocos,  sólo los creyentes,  los mejor dispuestos y, podría decir, sólo los que tenían en germen mi Querer, porque si no lo hubieran tenido, les habría faltado la vista necesaria para poder ver mi Humanidad gloriosa y resucitada y ser por tanto expectadores de mi Ascensión al Cielo.

Pues bien, si mi Resurrección es figura de los santos del vivir en mi Querer, y con razón, ya que cada acto, palabra, paso, etc. hecho en mi Querer es una resurrección divina que el alma recibe, es una huella de gloria que se le da, es un salir de sí para entrar en la Divinidad, y el alma, escondiendose en el fúlgido sol de mi Querer,  ama, obra, piensa, ¿qué tiene de extraño que el alma quede toda resucitada y hecha una sola cosa con el mismo sol de mi Gloria y represente a mi Humanidad Resucitada? Pero pocos son los que se disponen a ello, porque en la misma santidad las almas quieren algo para su propio bien; mientras que la santidad del vivir en mi Querer no tiene nada, nada de propio, sino todo de Dios. Y disponerse las almas a despojarse de  sus  propios  bienes, es pretender demasiado; por eso no serán muchas. Tú no eres del número de los muchos, sino de los pocos; por eso sé siempre atenta a tu llamada y a tu vuelo continuo”. (15.4.1919)

“Hija mía, cuánta luz, cuánta gloria tuvo mi Humanidad en mi Resurrección, porque durante mi Vida en este mundo no hice más que contener en cada acto, en cada respiro, en cada mirada, en todo, la Voluntad Suprema, y a medida que la ponía en todo, el Divino Querer me preparaba la gloria, la luz de mi Resurrección. Y conteniendo en Mí el mar inmenso de la luz de mi Voluntad, no es de extrañar que si miro, si hablo, si me muevo, salga tanta luz de Mí que pueda dar luz a todos.

Por eso quiero atarte y envolverte en esta luz, para sembrar en tí tantas semillas de resurrección por cuantos actos vas haciendo en mi Voluntad. Ella es la única que hace resucitar el alma y el cuerpo a la Gloria, Ella es semilla de resurrección a la Gracia, Ella es semilla de resurrección a la más alta y perfecta Santidad, semilla de resurrección a la Gloria. Por tanto, a medida que el alma pone sus actos en mi Querer, va atando a ella nueva Luz divina, porque la naturaleza de mi Querer es Luz, y quien vive en El tiene poder de trasformar pensamientos,  palabras, obras y todo lo que hace en  Luz. (2.4.1923)

“Hija mía, mi Resurrección completó, selló, me devolvió todos los honores, llamó a la vida todas las obras que hice durante mi Vida en la tierra y formó el germen de la resurrección de las almas y hasta de los cuerpos en el Juício universal. Así que, sin mi Resurrección, mi Redención habría sido incompleta y mis obras más bellas habrían quedado sepultadas. Por eso, si el alma no resucita del todo en mi Voluntad, todas sus obras quedan incompletas, y si se nota el frío en las cosas divinas, si la oprimen las pasiones, si los vicios la tiranizan, formarán la sepultura para enterrarla,  porque faltando la vida de mi Voluntad, faltará quien haga resurgir el fuego divino, faltará quien de un solo golpe haga morir las pasiones y haga resucitar todas las virtudes. Mi Voluntad es más que un sol que eclipsa todo, fecunda todo, convierte todo en luz y forma la completa resurrección del alma en Dios”. (4.4.1926)

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