La Divina Voluntad quiere despertar al hombre del sueño del querer humano para que sienta en sí mismo palpitar de la Vida Divina
Jesús a Luisa: “Hija mía, (…) Nosotros, mientras formabamos la naturaleza del hombre, antes de infundirle la vida, hacíamos como un padre o una madre cuando duerme su hijo: movido por ternura y amor irresistible anhela, besa y estrecha a su seno al hijo que duerme, y el hijo, como duerme, no sabe nada. Si supieras, hija mía, cuántos besos, cuántos abrazos amorosos dimos a la naturaleza humana antes de darle la vida; y fue en el arrebato de nuestro amor cuando con nuestro aliento le dimos la vida, dandole el alma, y al cuerpo el respirar, el palpitar, el calor. De manera que el respiro que tú sientes es nuestro, el latido que palpita en tu corazón es nuestro, el calor que sientes es el contacto de nuestras manos creadoras, que tocandote te infunden el calor, y cuando tú respiras Nosotros sentimos nuestro respiro que respira en tí, si tu corazón palpita así sentimos nuestro palpitar de vida eterna que palpita en tí, y si sientes el calor es nuestro amor que circula en tí y continúa su obra creadora y conservadora calentandote…
Tú has de saber, hija mía, que nuestro Querer es el revelador de la obra de la Creación. Sólo él puede revelar todos los secretos de amor ocultos en la Creación. Adán no supo todo, cuantos estratagemas y finezas amorosas pusimos al crear el alma y el cuerpo. Nosotros hacemos como un padre que no le dice todo junto a su hijo pequeñito, sino a medida que crece quiere darle las sorpresas diciendole cuánto lo ama, cuánto ha hecho por él, cuántas finezas amorosas y besos escondidos, cuando él, pequeñito, era incapaz de comprender lo que le había dado y lo que le puede dar, y le da una vez una sorpresa y luego otra, y eso sirve a mantener la vida de amor entre padre e hijo y en cada sorpresa aumenta su alegría y felicidad. ¿Qué dolor no sería el de ese padre que ha cubierto de besos a su hijo mientras duerme, que se lo ha estrechado al corazón con tanta ternura amorosa que ha llegado a mojar con lágrimas de ternura la carita del niño que duerme, si el niño, despertandose, no le sonrie al padre, no se le echa al cuello para besarlo y, si lo mira, es con frialdad? ¿Qué dolor sería el de ese pobre padre? Todas las sorpresas preparadas, para manifestarselas al hijo, se las guarda en el corazón con el dolor de no poder compartir su felicidad, sus alegrías más puras, sin poder decirle ni siquiera cuánto lo ha amado y lo ama.
Así fue para Nosotros, hija mía, nuestra bondad más que paterna preparaba tantas nuevas sorpresas a nuestro hijo amado y nuestro Querer Divino se comprometía a ser el revelador. En el momento que Adán se separó de él, perdió el revelador y por eso no sabe cuánto lo amamos y todo lo que hicimos por él al crearlo. Por eso sentimos el irresistible deseo de que nuestro «Fiat» venga a reinar en la tierra como en el Cielo, para que después de tantos años de silencio y de secretos desahogue sus llamas y vuelva a ser el revelador de la Creación, porque poco se conoce de todo lo que hicimos al crear al hombre. ¡Cuántas sorpresas ha de decir, cuánta alegría y felicidad ha de comunicar! Tú misma, ¿no oyes cuántas cosas te dice, tanto de lo que se refiere a mi Querer Divino como del amor sorprendente de toda la Creación y de forma especial la creación del hombre? Mi Voluntad es el libro de la Creación, por eso, para saber y poder leerlo, es necesario su reino en medio de las criaturas.
La voluntad humana tiene como dormido al pobre hombre, que duerme y el sueño le impide oir y ver todas las caricias y las finezas de amor que le hace su Padre Celestial y las sorpresas que quiere hacerle conocer; el sueño le impide recibir las alegrías, la felicidad que quiere darle su Creador y comprender el estado sublime de su creación. Pobre hombre, soñoliento para el verdadero bien y sordo para escuchar, de mi Voluntad, que es su reveladora, su noble historia, su origen, su alta dignidad y su belleza maravillosa; y si está despierto, siente el pecado, sus pasiones o cosas que no tienen un principio eterno. Hace como el niño que duerme, que si se despierta llora, se pone caprichoso y pone en cruz al pobre padre, que casi se duele de tener un hijo tan inquieto. Y por eso mi Querer Divino está revelando tantos conocimientos suyos para despertar al hombre de su largo sueño, para que, despertandose en mi «Fiat», pierda el sueño de la voluntad humana, recupere lo que perdió y pueda sentir los besos, el amor, los abrazos amorosos que le da su Creador. De manera que cada conocimiento acerca de mi Voluntad Divina es un reclamo, es una voz, es un grito que doy, para despertar al hombre del sueño del querer humano.” (24° Vol., 03.06.1928)
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