La Asunción de María fue el triunfo y la fiesta de la Divina Voluntad

La fiesta de la Asunción en el Cielo y el “Ave María”.

…He sentido que me salía afuera de mí misma, en la bóveda de los cielos, junto con mi amante Jesús. Parecía como si todo estuviera de fiesta, el Cielo, la tierra y el purgatorio; todos estaban inundados por una nueva alegría y júbilo. Muchas almas salían del purgatorio y como relámpagos llegaban al Cielo, para asistir a la fiesta de nuestra Reina y Madre. También yo me abría paso en medio de aquella enorme multitud de Angeles, Santos y almas del purgatorio que ocupaban ese nuevo Cielo, tan inmenso que, comparado con él, el otro nuestro que vemos me parecía un pequeño agujero; a mayor razón, que el Confesor me había dado permiso. Pero mientras trataba de mirar, no veía más que un Sol luminosísimo que derramaba rayos, que me penetraban por todas partes, y me volvía como un cristal, tanto que se notaban muy bien las más pequeñas manchas y la infinita distancia que hay entre el Creador y la criatura, pues cada uno de esos rayos tenía su propio matíz: uno manifestaba la santidad de Dios, otro su pureza, otro su poder, otro su sabiduría y todas las demás virtudes y atributos de Dios. Así el alma, viendo su propia nada, sus miserias y su pobreza, se sentía anonadada y, en vez de mirar, se postraba en el suelo ante aquel Sol Eterno, al que nadie puede hacer frente. Lo más sorprendente era que para ver la fiesta de nuestra Madre y Reina, había que mirar desde dentro de aquel Sol, pues la Stma. Virgen parecía tan sumergida en Dios, que mirando desde otros puntos no se veía nada. (…)

“Sólo y único Tesoro mío, ni siquiera me has dejado ver la fiesta de nuestra Reina y Madre, ni oír los primeros cánticos que le cantaron los Angeles y los Santos cuando entró en el Paraíso”.

Y Jesús: “El primer cántico que le hicieron a mi Mamá fue el Ave María, pues en el Ave María se encuentran las alabanzas más bellas, los honores más grandes, y se le renueva el gozo que sintió al ser hecha Madre de Dios; por tanto, digámosla juntos para agasajarla, y cuando tú vengas al Paraíso te la haré encontrar, como si la hubieras dicho con los Angeles por primera vez en el Cielo”.

Y así he dicho con Jesús la primera parte del Ave María. ¡Oh, qué tierno y conmovedor era saludar a nuestra Madre Stma. junto con su amado Hijo! Cada palabra que El decía daba una luz inmensa en la que se comprendían muchas cosas sobre la Stma. Virgen; ¿pero quién podrá decirlas todas, mucho más que soy tan incapaz? Por eso las paso en silencio. (2°, 15-8-1899)

La Asunción de María fue el triunfo y la fiesta de la Divina Voluntad.

(…) Después de eso estaba pensando en la fiesta de mi Mamá Celestial en su Asunción al Cielo, y mi dulce Jesús con un acento tierno y conmovedor ha añadido:

“Hija mía, el verdadero nombre de esta fiesta con que debería llamarse es la fiesta de la Divina Voluntad. La voluntad humana fue la que cerró el Cielo, la que rompió los vínculos con su Creador, la que hizo aparecer las miserias y el dolor, la que puso fin a las fiestas que la criatura debía de gozar en el Cielo. Pues bien, esta criatura, Reina de todos, haciendo siempre y en todo la Voluntad del Eterno –es más, se puede decir que su vida fue solamente la Voluntad Divina– abrió el Cielo, se vinculó con el Eterno e hizo que en el Cielo volvieran las fiestas con la criatura. Cada acto que hacía en la Voluntad Suprema era una fiesta que comenzaba en el Cielo, eran soles que formaba para adornar esa fiesta, eran músicas que hacía llegar para alegrar la Jerusalén Celestial, de manera que la verdadera causa de esta fiesta es la Voluntad Eterna operante y realizada en mi Madre Celestial, que obró tales prodigios en Ella, que asombró Cielos y tierra, encadenó al Eterno con los lazos indisolubles del amor y raptó al Verbo incluso en su seno. Los mismos Angeles, raptados, repetían entre ellos: «¿De dónde viene tanta gloria, tanto honor, tanta grandeza y prodigios nunca vistos en esta excelsa Criatura? Y sin embargo viene del exilio». Y atónitos reconocían la Voluntad de su Creador operante y como Vida en Ella, y estremeciéndose decían: «¡Santa, Santa, Santa! ¡Honor y gloria a la Voluntad de nuestro Soberano Señor, y gloria a la tres veces Santa, Aquella que ha hecho obrar esta Suprema Voluntad». Así que es sobre todo mi Voluntad la que fue y es festejada el día de la Asunción al Cielo de mi Madre Santísima. Fue solamente mi Voluntad la que La hizo subir tan alto, que la distinguió entre todos; todo lo demás habría sido como nada, si no hubiera poseído el prodigio de mi Querer. Fue mi Voluntad la que Le dió la Fecundidad Divina y La hizo Madre del Verbo, fue mi Voluntad la que Le hizo ver y abrazar a todas las criaturas juntas, haciéndola Madre de todos y amando a todos con un amor de Maternidad Divina, y haciéndola Reina de todos Le hacía imperar y dominar.

Así pues, ese día mi Voluntad recibió los primeros honores, la gloria y el fruto abundante de su trabajo en la Creación, y empezó su Fiesta ininterrumpida para glorificar lo que hace en mi Madre querida. Y aunque el Cielo fue abierto por Mí y muchos Santos ya poseían la Patria Celestial cuando la Reina fue llevada al Cielo, sin embargo la causa primaria era precisamente Ella, que en todo había cumplido la Suprema Voluntad, y por eso esperaron a la que tanto la había honrado y que contenía el verdadero prodigio de la Santísima Voluntad, para hacerle la primera fiesta al Supremo Querer. ¡Oh, cómo ensalzaba todo el Cielo, bendecía y alababa a la Eterna Voluntad, cuando vió entrar en el Empíreo a esta sublime Reina, en medio de la corte celestial, toda rodeada por el Sol Eterno del Querer Supremo! La veían toda refulgente con la potencia del ‘Fiat’ Supremo; no había habido en Ella ni siquiera un latido en que no estuviera impreso ese ‘Fiat’, y asombrados La miraban y Le decían: «Sube, sube más alto; es justo que la que tanto ha honrado el ‘Fiat’ Supremo, por medio del cual estamos nosotros en la Patria Celestial, tenga el trono más alto y sea nuestra Reina». Y el honor más grande que recibió mi Madre fue ver glorificada la Divina Voluntad”. (18°, 15-8-1925)

Una respuesta a La Asunción de María fue el triunfo y la fiesta de la Divina Voluntad

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *