Jesús en su Pasión quiso ser atado para liberar al hombre de las cadenas de la culpa

De los Escritos de Luisa Piccarreta “la Pequeña Hija de la Divina Voluntad”:

Esta mañana mi siempre amable Jesús se hacía ver todo atado, atadas las manos, los pies, la cintura; del cuello le descendía una doble cadena de fierro, pero estaba atado tan fuertemente, que le quitaba el movimiento a su Divina Persona. Qué dura posición era ésta, de hacer llorar aun a las piedras, y mi sumo bien Jesús me ha dicho:

“Hija mía, en el curso de mi Pasión todas las otras penas hacían competencia entre ellas, pero una cedía el lugar a la otra, y se mantenían vigilantes para hacerme sufrir lo peor, para darse la vanagloria de que una había sido más dura que las demás, pero las cuerdas no me las quitaron jamás; desde que me apresaron hasta el monte calvario estuve siempre atado, es más, agregaban siempre más cuerdas y cadenas por temor de que pudiese huir, y para hacer más burla y juego de Mí; cuántos dolores, confusiones, humillaciones y caídas me causaron estas cadenas. Pero debes saber que en estas cadenas había un gran misterio y una gran expiación: El hombre, al empezar a caer en el pecado queda atado con las mismas cadenas de su pecado; si es grave son cadenas de fierro, si venial son cuerdas; entonces, si quiere caminar en el bien, siente las trabas de las cadenas y queda obstaculizado en su paso, el estorbo que siente lo agota, lo debilita, y lo lleva a nuevas caídas; si obra siente el impedimento en las manos y casi queda como si no tuviera manos para hacer el bien; las pasiones, viéndolo tan atado hacen fiesta y dicen: ‘Es nuestra la victoria.’ Y de rey que es el hombre, lo vuelven esclavo de pasiones brutales. Cómo es abominable el hombre en el estado de culpa, y Yo para romper sus cadenas quise ser atado, y no quise estar en ningún momento sin cadenas, para tener siempre listas las mías para romper las suyas, y cuando los golpes, los empujones me hacían caer, Yo le extendía las manos para desatarlo y hacerlo libre de nuevo.”

Pero mientras esto decía, yo veía a casi todas las gentes atadas por cadenas, que daban piedad, y rogaba a Jesús que tocara con sus cadenas las cadenas de ellas, a fin de que por el toque de las suyas quedaran rotas las de las criaturas. (13°, 16-11-1921)

“Hija mía, la culpa encadena al alma y le impide hacer el bien: La mente siente la cadena de la culpa y queda impedida para comprender el bien, la voluntad siente la cadena que la ata y se siente entorpecida, y en lugar de querer el bien quiere el mal, el deseo, encadenado, siente que le cortan las alas para volar a Dios. ¡Oh, cómo me da compasión ver al hombre encadenado por sus mismas culpas! He aquí por qué la primera pena que quise sufrir en la Pasión fueron las cadenas, quise estar atado para liberar al hombre de sus cadenas. Aquellas cadenas que Yo sufrí se convirtieron, en cuanto me tocaron, en cadenas de amor, las cuales tocando al hombre quemaban y rompían las suyas y lo ataban con mis amorosas cadenas. Mi Amor es operativo, no sabe estar si no obra, por eso para todos y para cada uno preparé lo que se necesita para rehabilitarlo, para sanarlo, para embellecerlo de nuevo, todo hice a fin de que si se decide encuentre todo preparado y a su disposición, por eso tengo listas mis cadenas para quemar las suyas, los pedazos de mi carne para cubrir sus llagas y adornarlo de belleza, mi sangre para darle nuevamente la vida, todo lo tengo listo. Tengo en reserva para cada uno lo que se necesita; mi Amor quiere darse, quiere obrar, siento una intranquilidad, una fuerza irresistible que no me da paz si no doy, ¿y sabes qué hago? Cuando veo que ninguno toma, concentro mis cadenas, los pedazos de mi carne, mi sangre, en quien los quiere y me ama, y lo cubro de belleza envolviéndolo todo con mis cadenas de amor, le centuplico la vida de Gracia y así mi Amor se desahoga y se tranquiliza.”

Pero mientras esto decía, yo veía que sus cadenas, los pedazos de su carne, su sangre, corrían sobre mí, y Él se divertía aplicándolos sobre de mí, y envolviéndome toda. ¡Cómo es bueno Jesús, sea siempre bendito! (14°, 18-3-1922)

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