Hijos de la Luz, rayos del Sol
“Si un tiempo erais tinieblas, ahora sois luz en el Señor. Comportaos por tanto como hijos de la luz; el fruto de la luz consiste en toda bondad, justicia y verdad” (Ef 5,8-9).
“Vosotros sois la luz del mundo; no puede quedar oculta una ciudad situada sobre un monte, ni se enciende una lámpara para ponerla bajo el celemín, sino sobre el candelabro para que alumbre a todos los que estan en la casa. Así resplandezca vuestra luz ante los hombres, para que vean vuestras obras buenas y den gloria a vuestro Padre que está en los cielos” (Mt 5,14-16).
“La santidad en mi Querer, simbolizada por el sol, saldrá del centro de mi santidad; será un rayo brotado de mi santidad que no tiene principio, de manera que estas almas existían en mi santidad, existen y existirán; estaban junto conmigo en el bien que hacía, nunca se salían del rayo en que las había sacado a la luz, no yendose nunca de mi Querer; Yo me divertía con ellas y me sigo divirtiendo. Mi unión con ellas es permanente. Las veo estar por encima de todo; los apoyos humanos para ellas no existen; como el sol no se apoya en ningún punto y vive en lo alto como aislado, pero con su luz contiene todo en él, así ellas: viven en lo alto como soles, pero su luz desciende en lo más bajo, se extiende a todos. Yo me sentiría como si las defraudara si no les hiciera tomar parte y no les hiciera hacer lo que hago Yo, de manera que no hay bien que no descienda de ellas.
En esta santidad Yo veo mis sombras, mis imágenes que sobrevuelan toda la tierra, en el aire, en el Cielo, y por eso amo y amaré el mundo, porque espero que mi santidad forme su eco en la tierra, que mis rayos salgan a la luz y me den gloria completa, restituyendome el amor, el honor que los demás no me han dado. Pero como el sol serán las más inobservadas, sin estrépito alguno, aunque, si los otros querrán mirarlas, seré tan celoso, que pasarán el peligro de quedar cegados y se verán obligados a bajar la mirada para recuperar la vista. ¿Ves que bella es la santidad en mi Querer? Es la santidad que más se acerca a tu Creador; por eso tendrá el primado sobre todas las demás santidades, contendrá en sí reunidas a todas las otras santidades y será la vida de todas ellas. ¡Qué gracia es para tí el conocerla! ¡Ser la primera en salir, como un rayo del sol, del centro de mi santidad sin separarte jamás! Gracia más grande no podría darte, milagro más portentoso no podría hacer en tí. Sé atenta, hija mía, rayo mío, porque cada vez que entras en mi Querer y actúas, sucede como cuando el sol se refleja en los cristales, que tantos otros soles se forman en ellos, así tantas veces repites mi Vida, la multiplicas, das nueva vida a mi amor”. (Ntro. Señor a la Sierva de Dios Luisa Piccarreta, el 12 de Noviembre de 1921)
¡Gloria a Dios! Bendito seas Tú, Señor, que me has creado, que como un rayo de luz me has hecho salir de tu Sol Divino, para que vaya de tu parte a iluminar “a los que estan en las tinieblas y en la sombra de muerte” y así, después de haber recorrido todo el Universo, vuelva a Tí. Que nunca se separe este rayo de su centro, de su Sol que le ha dado vida, de lo contrario se volvería tinieblas. Si toca un diamante lo contagia de luz, si ilumina el fango permanece puro, si halla un obstáculo pasa por otro lado. Házme, Jesús, ser como Tú, “luz de tu Luz”.
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