La Escuela de oración en la Divina Voluntad

Veamos hoy cómo se desarrolla y madura “el gérmen” de su Querer Divino que recibimos desde el Bautismo.

Es un proceso de crecimiento, día tras día, que dura toda la vida. Sabemos de donde parte: de la Redención, con la que Jesús nos ha incorporado a El mediante el Bautismo. Y adonde quiere llegar: a una perfecta unión con El, que es pleno pertenecer, compartir, “fundirnos”. Hasta poder decirle a Jesús y como Jesús al Padre: “todo lo mío es tuyo, y todo lo tuyo es mío” (Jn 17,10). Desde la eternidad el Padre Divino, mirando a su Hijo Encarnado, nos ha visto y por eso nos ha amado y nos ha creado; y de igual manera, cuando el Padre, al mirar a cada uno de nosotros, vea a Jesús y todo lo que es de Jesús, entonces se cumplirá su Reino, su “sueño de amor”.

Parecería como si su infinito Amor no estuviera satisfecho hasta que no nos tenga como hijos, como otros tantos Jesús en su Corazón, como si le faltara algo a su Felicidad. Eso será aquel “descanso de Dios” del séptimo día (Hebreos 4,4). Por parte suya la obra ya está hecha, ahora nos toca a nosotros ir a su encuentro. En eso consiste el “fundirnos en Jesús”, la fusión de nuestra voluntad con la Suya en un solo querer.

El último Confesor de Luisa, D. Benedetto Calvi, dice en verso (Mi último canto a la Divina Voluntad):

“O Santa, piadosa, amable Voluntad Divina, Te adoro y a Tí unirme, en Tí vivir suspiro. Tú eres la inefable fuente del Divino Amor y sólo Tú has de ser la ley de mi corazón. Como se unen serenos dos arroyos en un río, dos gotas en una sola, dos llamas en una luz, así, Jesús, concédeme de mí constante olvido, que en todo se identifique en tu Querer el mío. Haz que sólo esté pendiente de un gesto tuyo, Señor, que anhele lo que deseas, que busque sólo tu Amor.”

Fundirnos en Jesús” es una expresión típica de Luisa, que parte de la voluntad y comprende todo lo que  somos,  lo que tenemos y lo que hacemos, todo lo que nos sucede. Cada uno de nosotros es único para Dios y El nos trata de un modo único, adaptandose a nuestra pequeña capacidad. Por eso cada uno tiene su propio modo de orar, que ha de ser siempre un encuentro de amor con Dios.

La oración es el encuentro entre la Voluntad Divina y la voluntad humana y expresa las actitudes y los sentimientos del hombre respecto a Dios. La falta de oración es ateísmo práctico; el rechazo o la aversión a la oración es la impiedad; la inconstancia en la oración es señal de un amor muy débil o superficial; las fáciles distracciones indican que el alma está dominada por otros gustos o intereses o que, de todas formas, su pensamiento da vueltas, demasiado, en torno a sí misma. Una oración que solamente sabe decir oraciones aprendidas (lo cual es el exacto significado de “rezar” = recitar) no toca el propio corazón ni la propia vida y menos aún el Corazón y la Vida de Dios. Rezar por el único fin de obtener alguna “gracia”, da a entender que el alma no es creyente, sino “cliente” de Dios. Rezar para poder decirle a la propia conciencia: “Ya he dicho mis oraciones”, es como querer hablar por teléfono con una persona sin antes haber marcado el número; es una ocasión perdida…

La oración puede manifestar respecto a Dios una actitud de distancia, de temor, de vana formalidad (que no es el verdadero sentido del respeto), o bien indica interés, deseo de ayuda, arrepentimiento…, o también, gratitud, complacencia, júbilo, admiración, compasión, deseo de ofrecer reparación, intercesión por el prójimo, ¡AMOR! Aquí se ve la verdadera unión de voluntad, con infinitos grados, y por consiguiente la ADORACION.

En una palabra, la oración, dice cuánto el hombre sea extraño o familiar respecto a Dios, cuánto se sienta lejano o cercano, cuánto se sienta siervo o hijo. Es un encuentro que se traduce en vida, que alimenta la vida y que, a su vez, se nutre de conocimiento del Señor, pues la oración necesita de contenidos. Para la oración en la Divina Voluntad es necesario nutrirse con la lectura de los escritos de Luisa Piccarreta sobre la Divina Voluntad. Las oraciones de Luisa che leemos en todos sus Escritos son según su forma de expresarse, según su espíritu, pero son una gran Escuela de oración para nosotros.

“Hija mía, esta mañana quiero uniformarte toda a Mí: quiero que pienses con mi misma mente, que mires con mis mismos ojos, que escuches con mis mismos oídos, que hables con mi misma lengua, que obres con mis mismas manos, que andes con mis mismos pies y que me ames con mi mismo Corazón” (Vol. 2°, 12.08.1899).

“Hija mía, oremos juntos. Hay ciertos tiempos tristes en que mi Justicia, no pudiendo contenerse por los males de las criaturas, quisiera inundar la tierra con nuevos flagelos y por eso es necesaria la oración en mi Voluntad, que, extendiéndose sobre todos, se pone como defensa de las criaturas y con su potencia impide que mi Justicia se acerque a las criaturas para golpearlas” (Vol. 17°, 01.07.1924).

“Hija mía, ¡cómo hiere mi Corazón la oración de quien sólo busca mi Querer! Siento el eco de mi oración, que hacía Yo estando en la tierra. Todas mis oraciones se reducían a una sola cosa: que la Voluntad de mi Padre, tanto respecto a Mí como respecto a todas las criaturas, se cumpliera perfectamente. Fue el honor más grande para Mí y para el Padre Celestial: el haber hecho en todo su Stma. Voluntad…” (Vol. 17°, 22.02.1925).

En el libro “Señor, enséñanos a orar” hallarán esta Escuela de oración y la luz y la respuesta de Jesús a tantas preguntas sobre la “fusión”, sobre “los giros en la Divina Voluntad”, etc. para que su gérmen madure y crezca.


“Señor, enséñanos a orar”

Escuela de oración en la Divina Voluntad

Oraciones de la Sierva di Dio

LUISA  PICCARRETA,

“la Pequeña Hija de la Divina Voluntad” para una guía práctica de oración y una pequeña “escuela de oración” a la luz de sus escritos.

preparado por el P. Pablo Martín (2005)

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