El desarrollo del Querer Divino en el alma
En el momento en que vivimos los signos de los tiempos nos avisan que está llegando una gran tribulación o prueba; por eso es prudente tener las cosas esenciales para la vida, y si eso es para la vida física, cuánto más conviene hacerlo para la vida espiritual, mucho más importante. Por eso hoy veamos cómo se desarrolla el don supremo del Querer Divino en el alma que lo acoge, viendo las etapas de su crecimiento en Luisa.
El primer Volumen de Luisa empieza con la Novena de la Navidad, que ella hizo cuando tenía 17 años. En la cuarta hora Jesús le decía: “Hija mía, quisiera abrazarte, pero no puedo, no hay espacio, estoy inmóvil, no puedo hacerlo; quisiera venir Yo a ti, pero no puedo andar. Por ahora abrázame tú y ven a Mí; después, cuando salga del seno materno, vendré Yo a ti”.
Estas palabras hacen alusión a una enseñanza fundamental, que el Señor desarrolla después en sus escritos.
Son como dos tiempos de la vida espiritual. En el primero, el alma, sostenida por la Gracia, es protagonista en su camino hacia Dios; después, en el segundo, Jesús es el Divino protagonista, cuando vendrá al encuentro del alma. Lo cual vale para cada alma como para el conjunto de las almas: la humanidad.
Por eso, “el Llamado del Rey Divino” que promulga el Reino de su Voluntad es el solemne anuncio de la Venida del Señor, en el que repite ocho veces su primera palabra, “vengo”, la que dijo en la Encarnación cuando vino a este mundo: “Héme aquí que vengo para hacer, oh Dios, tu Voluntad” (Hebreos, 10,5-10). Y dice:
“Vengo entre vosotros con el Corazón abrasado en las llamas de mi Amor. Vengo como PADRE, en medio de mis hijos, que tanto amo. Tan grande es mi Amor, que vengo para quedarme con vosotros, para vivir juntos, con una sola Voluntad, con un mismo Amor… Vengo con el cortejo de mis obras, de mis penas, de mi Sangre y de mi misma Muerte (…) Y no sólo vengo como Padre, sino que vengo como MAESTRO, en medio de mis discípulos (…) Vengo como REY en medio de todos los pueblos, pero no para exigir impuestos y tributos, no. Vengo porque quiero vuestra voluntad, vuestras miserias, vuestras debilidades, todos vuestros males. Mi Soberanía consiste en ésto. Quiero todo lo que os hace ser infelíces, angustiados, atormentados, para esconder y quemar todo en mi Amor. Y como Rey benéfico, pacífico, magnánimo, que soy, quiero daros en cambio mi Voluntad, mi Amor más tierno, mis riquezas y felicidad, mi paz y mi alegría más pura. Si Me dais vuestra voluntad, ya está hecho todo; Me haréis felíz y seréis felices. No deseo sino que mi Voluntad reine en medio de vosotros …”
Si en la primera fase de la vida de Luisa (fase preparatoria) Jesús se le manifiesta habitualmente como el Divino Redentor, en la segunda lo hace sobre todo como el Rey, que viene a tomar posesión de todo lo que le pertenece y a establecer en la tierra su Reino, el Reino de su Querer, como es en el Cielo. Las innumerables veces que Jesús viene sensiblemente a estar con Luisa, son imágen de su venida gloriosa como Rey al final de los tiempos, e indican también las distintas etapas de su vida, en las que la va transformando y uniendo cada vez más a El.
Es admirable la pedagogía divina en Luisa y el desarrollo del Don supremo del Querer Divino. Ya en el 2° Volumen, el 12.08.1899, por primera vez en los escritos, vemos que Jesús quiere “uniformar” Luisa a Sí mismo. Es lo que más adelante ella dice “fundirse en Jesús”, en su Stma. Humanidad. Jesús y el alma, de “poseerse” mútuamente pasan a “reflejarse” el uno en el otro: crucificado El y por tanto crucificada ella en la misma cruz; así se hace indisoluble la unión de sus voluntades. (Vol 3°, 02.03.1900).
El 21.05.1900 Jesús le anuncia a Luisa su intención: hacer de ella el esemplo perfecto de uniformidad con su Querer, lo cual es el milagro de los milagros. El alma no sólo debe vivir para Dios, sino en Dios; esa es la verdadera virtud, que da al alma la misma forma de la Divina Persona en la que vive (09.07.1900).
Y el 16.11.1900 (Vol. 4°) Jesús mete el corazón de Luisa en su Sacratísimo Corazón y le da como corazón su Amor Divino. En ese desarrollo del Don de su Querer, Jesús continúa lo que había hecho once años antes (2° Volumen, 08.09.1889) y de nuevo lo proseguirá, con esa misma imágen del corazón, once años más tarde (02.11.1911). Pasarán todavía otros diez años y Jesús dirá: “El trabajo está cumplido” (05.12.1921).
Lo que El ha hecho –le dice–, es decir, ponere el corazón de Luisa en el Suyo, es para hacerle pasar del estado de unión al estado de consumación en la unidad. (18.11.1900), porque todas las virtudes y toda la vida espiritual tienden a la consumación de la voluntad humana en la Divina, para vivir en Ella (17.06.1904).
Para llegar a eso, el primer paso necesario es la resignación a Ella (08.11.1905). Sólo así el alma vive en Jesucristo y por medio de El, y Jesucristo vive en la criatura y por medio de ella. No sólo es unión de intención, sino personal (08.02.1904). La Stma. Humanidad di Jesús cubre su Divinidad: es el modelo de como hemos de hacer todo con El, con su misma Voluntad, como si El mismo tuviera que hacer nuestras acciones (17.10.1904).
La criatura es llamada a ser para Jesús como otra Humanidad que cubre su presencia. El vive en Luisa (07.05.1906) y si ella sufre, es para que El pueda descansar (18.05.1906). Y en el Vol. 8° tenemos indicaciones precisas de como tiene que hacer Luisa para “fundirse” en Jesús:
“Quiero enseñarte cómo tienes que estar conmigo: Primero: tienes que entrar dentro de Mí, transformarte en Mí y tomar lo que encuentres en Mí. Segundo: cuando te hayas llenado toda de Mí, sal afuera y obra junto conmigo, como si tú y Yo fuéramos una sola cosa, de modo que si Me muevo Yo, te mueves tú; si pienso Yo, piensa tú la misma cosa que Yo he pensado; es decir, cualquier cosa que Yo haga la harás tú. Tercero: con esta obra que hemos hecho, aléjate por un instante de Mí y vete en medio de las criaturas, dando a todas y a cada una todo lo que hemos hecho juntos, o sea, dando a cada una mi Vida divina, regresando enseguida a Mí para darme en nombre de todos toda esa gloria que deberían darme, pidiendo, excusándolos, reparando, amando…” (09.02.1908).
“…El alma, mientras está en este mundo, no puede comprender todo el bien y el amor que hay entre las criaturas y el Creador, porque lo que hace, lo que dice, lo que sufre, está todo en mi Vida, y sólo así puede disponer para bien de todos (…) Basta decirte que es tanta la unión estrecha que se forma, que el Creador es el órgano y la criatura es el sonido; el Creador es el sol, la criatura los rayos; el Creador es la flor, la criatura el perfume… ¿Pueden estar acaso el uno sin el otro? No, sin duda” (21.11.1907).
En lugar de nuestra voluntad debe ser la Voluntad Divina y entonces nuestros actos serán divinos. Con los actos completos de Voluntad Divina, el alma va formando en sí un Sol, que se hace cada vez más grande, semejante al Sol Divino (27.11.1913).
Para hacer de nosotros una Hostia viviente para Jesús, nuestra voluntad debe morir del todo, sustituyendola en todo nuestro ser con la Voluntad Divina, la cual hará en nosotros una verdadera y perfecta consagración, en cada cosa, creando en nosotros la Vida misma de Jesús (17.12.1914).
Entonces es cuando Luisa es invitada a actuar como Jesús, en su Querer: “Ven en mi Voluntad, para hacer lo que hago Yo” (25.07.1917).
“Ahora, queriendo que estés conmigo en mi Querer, quiero tu acto continuo” (28.12.1917). De esta forma, todo lo que Luisa siente y hace es la Vida de Jesús, que El repite en ella (25.12.1918).
Recordemos que primero se edifica la casa, y después se vive en ella; primero se fabrica un motor y sólo después se hace funcionar y se pone en marcha… Por tanto Luisa, cuando se va completando su transformación como otra Humanidad de Jesús, debe actuar como El en su Divinidad y ese actuar deberá surgir de la Divina Voluntad (04.02.1919). Por eso, por primera vez le dice al final del capítulo: “Por eso sé atenta”, lo cual significa que va a empezar una nueva etapa.
En efecto, Jesús le pide un nuevo “sí”, para hacerla pasar del tiempo de formación como una Humanidad Suya al de actuar como El y con El en su Divina Voluntad (10.02.1919, 24.02.1919). Ese “sí”, esa decisión (que ella llama el “FIAT” y que para nosotros podría ser una renovada consagración a la Divina Voluntad), el Señor se lo pide en varias ocasiones, cada vez que ha de pasar a una nueva etapa:
“Quiero el sí de la criatura y como una cera blanda prestarse a lo que quiero hacer de ella. Es más, tú debes saber que antes de llamarla del todo a vivir en mi Querer la llamo de vez en cuando, la despojo de todo, le hago pasar una especie de juicio (porque en mi Querer no hay juicios, todas las cosas quedan conformes a Mí, el juicio es fuera de mi Voluntad, pero de todo lo que entra en mi Querer ¿quién podrá atreverse a juzgarlo? Y Yo nunca me juzgo a Mí mismo). No sólo eso, sino que varias veces la hago morir, incluso corporalmente, y luego de nuevo la devuelvo a la vida y el alma vive como si no viviera; su corazón está en el Cielo y esta vida es su martirio más grande. ¿Cuántas veces no lo he hecho contigo? Todo eso son disposiciones para disponer al alma a que viva en mi Querer …” (06.03.1919).
El fin y el proyecto de Dios al crear al hombre – que en todo hiciera su Voluntad – se va viendo a través de las etapas por las que quiere hacerle crecer. Mediante mediante los actos repetidos en la Divina Voluntad habría completado Su Vida en él y entonces, hallandolo semejante a El en todo, el Sol de la Divina Voluntad lo habría absorbido en Dios, como dos Soles que uniendose se hacen uno, y lo habría llevado al Cielo (03.04.1920). Esa es la semejanza divina que el hombre perdió con el pecado de Adán y que Dios ahora quiere darle de nuevo, viviendo en el Querer Divino. Precisamente por eso vemos que, a partir del Vol. 18°, el Señor habla repetidamente de la creación del hombre y de todo lo que Adán perdió con el pecado original, porque se trata de llevar de nuevo al hombre a su verdadero origen, “al órden, a su puesto y a la finalidad para la que fue creado”, y traer de nuevo a la tierra el Reino de la Divina Voluntad perdido.
La actividad del alma, que obra cada vez más intensamente en el Querer Divino, es dar a la Majestad Divina, con actos divinos, toda la adoración, la gloria, las gracias, la reparación, el amor, etc. de parte de todas las criaturas, que tienen el deber de dar, y por todas las cosas creadas. Haciendo eso el alma, primero se llena de todo lo que es la adorable Humanidad de Jesús (por motivo de su oficio de Víctima), y así después se va llenando cada vez más de lo que es propio de su Divinidad (y de esa forma hará empezar su Reino):
“Mi Querer es más que el Sol y en la medida que el alma entra en sus rayos ardientes, así recibe la Vida, y repitiendo los actos en mi Querer, así recibe mi belleza, mi dulzura y fecundidad, mi bondad y santidad…” (14.07.1921)
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