El Don de la Divina Voluntad forma la Vida y la presencia real de Jesucristo, como en la Eucaristía
Este Don forma, no la vida mística de la Gracia, sino la Vida y la presencia real de Jesús, como en la Eucaristía
De los Escritos de Luisa Piccarreta “la Pequeña Hija de la Divina Voluntad”:
Jesús se ha dejado ver en mi interior y los velos sacramentales formaban como un espejo en el que Jesús estaba vivo y verdadero; y mi dulce Jesús me ha dicho:
“Hija mía, este espejo son los accidentes del pan, que me tienen aprisionado en ellos. Yo formo mi vida en la Hostia, pero ella nada me da, ni un afecto, ni un latido, ni el más pequeño «Te amo». Está como muerta para Mí; me quedo solo, sin la sombra de una correspondencia. Por eso mi amor está casi impaciente por salir, por romper ese vidrio, bajando a los corazones, para hallar en ellos la correspondencia que la Hostia no sabe ni puede darme.
¿Pero sabes tú dónde hallo mi verdadera correspondencia? En el alma que vive en mi Voluntad. Yo, cuando desciendo a su corazón, enseguida consumo los accidentes de la Hostia, porque sé que accidentes más nobles y para Mí más queridos estan preparados para aprisionarme, para no dejarme salir de ese corazón, que me dará, no sólo vida en él, sino vida en cambio de mi vida. No estaré solo, sino con mi más fiel compañía; seremos dos corazones que palpitarán juntos, amaremos unidos, nuestros deseos serán uno sólo. Por lo tanto Yo permanezco en ella y hago vida, vivo y verdadero, como la hago en el Stmo. Sacramento.
¿Pero sabes tú cuáles son los accidentes que encuentro en el alma que hace mi Voluntad? Son sus actos hechos en mi Querer, que más que accidentes se extienden en torno a Mí y me aprisionan, pero dentro de una prisión noble, divina, no oscura, porque sus actos, hechos en mi Querer, la iluminan y la calientan más que soles. ¡Oh, qué felíz estoy, de hacer vida real en ella, porque me siento como si me encontrara en mi Palacio celestial! ¡Mírame en tu corazón, qué contento estoy, cómo me deleito y siento las alegrías más puras!”
Y yo: “Mi amado Jesús, ¿no es una cosa nueva y singular ésto que Tú dices, que en quien vive en tu Voluntad Tú haces vida real? ¿No es más bien esa vida mística que Tú formas en los corazones que poseen tu Gracia?”
Y Jesús: “No, no, no es vida mística, como para aquellos que poseen mi Gracia, pero no viven con sus actos inmediatos en mi Querer y no tienen materia suficiente para formar los accidentes en los que aprisionarme. Sería como si al sacerdote le faltara la hostia y quisiera pronunciar las palabras de la consagración; podría decirlas, pero las diría en el vacío, mi vida sacramental sin duda no tendría existencia. Así me encuentro en los corazones que, mientras pueden estar en mi Gracia, no viven del todo en mi Querer: estoy en ellos por Gracia, pero no realmente”.
Y yo: “Amor mío, ¿pero cómo puede ser que Tú puedas vivir realmente en el alma que vive en tu Querer?”
Y Jesús: “Hija mía, ¿acaso no vivo en la Hostia sacramental, vivo y verdadero, en alma, cuerpo, sangre y Divinidad? ¿Y por qué vivo en la Hostia en alma, cuerpo, sangre y Divinidad? Porque no hay una voluntad que se oponga a la Mía. Si Yo encontrara en la Hostia una voluntad que se opusiera a la Mía, Yo no tendría en ella vida real, ni vida perenne, y esa es también la causa por la que los accidentes sacramentales se consumen cuando me reciben, porque no encuentro una voluntad humana unida a Mí, de manera que quiera perder la suya para adquirir la Mía, sino que encuentro una voluntad que quiere actuar, que quiere hacer por su iniciativa, y Yo hago mi breve visita y me voy, mientras que, para quien vive en mi Voluntad, mi Querer y el suyo son uno solo, y si lo hago en la Hostia, mucho más puedo hacerlo en ella; a mayor motivo que encuentro un palpitar, un afecto, una correspondencia y mi ganancia, cosa que no hallo en la Hostia. Al alma que vive en mi Voluntad le es necesaria mi vida real en ella, de lo contrario ¿cómo podría vivir de mi Querer?
Ah, tú no quieres entender, que la santidad del vivir en mi Querer es una santidad del todo diferente de las otras santidades y que, aparte las cruces, las mortificaciones, los actos necesarios de la vida, que hechos en mi Voluntad la embellecen aún más, no es sino la vida de los bienaventurados del Cielo, que, como viven en mi Querer, por eso mismo cada uno me tiene en sí, como si fuera para uno sólo, vivo y verdadero, y no místicamente, sino realmente viviendo en ellos. Y así como no podría llamarse vida de Cielo, si no me tuvieran en ellos como vida propia, y si en ellos faltase incluso una pequeña partícula de mi vida no sería completa ni perfecta su felicidad; así es para quien vive en mi Querer, no sería plena ni perfecta mi Voluntad en él porque faltaría mi vida real, que produce esta Voluntad. Es verdad que todos son prodigios de mi amor, más aún, éste es el prodigio de los prodigios, que hasta ahora mi Querer ha tenido en Sí y que ahora quiere sacar para obtener la primera finalidad de la creación del hombre. Así que mi primera vida real quiero formarla en tí”. (05.11.1923)
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