El Cuerpo físico de Cristo y su Cuerpo Místico: ¡unidos pero no confundidos!

En su Encarnación, Ntro. Señor ha creado su propia nauraleza humana. El Espíritu Santo ha creado, de María, el Cuerpo del Hijo de Dios: su Cuerpo personal, físico, y su Cuerpo Místico.

Todos los seres humanos hemos sido concebidos en El, como Cuerpo suyo. Lo dice en los Escritos de la “Sierva de Dios” Luisa Piccarreta:

“¿Pero sabes tú qué es lo que mi Eterno Amor quería hacerme devorar? ¡Ah, las almas! Y me contenté cuando las devoré todas, quedando concebidas conmigo. Era Dios: debía obrar como Dios, debía hacerme cargo de todas; mi Amor no me habría dado paz, si hubiera excluído alguna… Ah, hija mía, fíjate bien en el seno de mi Mamá; fija bien los ojos en mi Humanidad concebida y verás tu alma concebida conmigo y las llamas de mi Amor que te devoraron. ¡Oh, cuánto te he amado y te amo!” (…) “Cada alma concebida me llevó el peso de sus pecados, de sus debilidades y pasiones, y mi Amor me mandó que tomara el peso de cada una; y no sólo concebí las almas, sino las penas de cada una, las satisfacciones que cada una de ellas debía darle a mi Padre Celestial. De manera que mi Pasión fue concebida junto conmigo.” (Primer volumen, “Novena de Navidad”).

“Apenas la Potencia Divina formó esta pequeñísima Humanidad, tan pequeña que podría compararse con el tamaño de una avellana, pero con sus miembros bien proporcionados y formados, el Verbo quedó concebido en ella. La inmensidad de mi Voluntad, abrazando en sí todas las criaturas pasadas, presentes y futuras, concibió en ella todas las vidas de las criaturas y, a la vez que crecía la mía, así crecían ellas en Mí. De manera que, mientras aparentemente parecía estar Yo solo, visto con el microscopio de mi Voluntad se veían concebidas todas las criaturas. Conmigo sucedía como cuando se ven aguas cristalinas, que mientras parecen claras, viendolas con el microscopio, ¿cuántos microbios no se ven?” (Vol. 15°, 16-12-1922).

Es cierto que hemos nacido veinte siglos después; pero nuestro espíritu, ¿quién puede decir en serio en qué momento ha sido creado? Y no se trata de una “pre-existencia” de las almas, que es un error condenado por la Iglesia, sino que todas las almas –empezando por la de la Stma. Virgen, y el alma de Adán y de todas las generaciones– hemos sido creados en el Acto Divino que está por encima del tiempo, que abarca todos los tiempos: el Acto de la Encarnación del Verbo.

En Cristo (el Padre) nos ha elegido antes de la creación del mundo, para ser santos e inmaculados ante El en el amor, predestinandonos a ser sus hijos adoptivos por obra de Jesucristo, conforme al beneplácito de su Voluntad. Y eso para alabanza y gloria de su gracia, que nos ha dado en su Hijo amado; en El tenemos la redención mediante su Sangre, la remisión de los pecados según la riqueza de su gracia. El la ha derramado abundantemente en nosotros con toda sabiduría y conocimiento, porque nos ha hecho conocer el misterio de su Voluntad, según lo que su benevolencia había establecido en El para realizarlo en la plenitud de los tiempos: el proyecto de recapitular en Cristo todas las cosas, las del cielo como las de la tierra.” (Ef 1,4-10).

La intención del Señor dando la vida por nosotros (la finalidad de la Redención) era la de salvar a todos: “…Este es el cáliz de mi Sangue, Sangre de la nueva y eterna Alianza, que será derramada por vosotros y por todos los hombres…”, ya que “Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la Verdad” (1a Tim 2,3). Pero de hecho es eficaz sólo para los que se salvan: “Esta es mi Sangre, la Sangre de la Alianza derramada por muchos(Mt 26,28 y Mc 14,24).

Tengamos en cuenta que las palabras de la Consagración en la Misa son en parte del evangelio de S. Lucas y de la 1a Corintios de San Pablo (“por vosotros”), y en parte de los evangelios de S. Mateo y de S. Marco (“por muchos”). “Por muchos”, “pro multis”, ha sido traducido por todos, aunque no es lo mismo.

Su inmenso dolor, equivalente a su Amor, es debido a que no todos se incorporan a El mediante la Redención.

Todo lo que hace y sufre su Cuerpo Místico tiene repercusión en su Cuerpo físico, y viceversa, la suerte dolorosa y gloriosa de su Cuerpo físico la comparte con su Cuerpo Místico. Todo lo que hacemos o lo que nos pasa, el Señor lo siente de un modo vivísimo, como hecho por El o que le sucede a El. Inseparablemente unidos, ¡pero no hay que confundirlos!

Y así como El es Sacerdote y Víctima, así su Cuerpo Místico toma parte a ambos oficios. Jesucristo comparte con cada bautizado su triple prerrogativa de Sacerdote, Maestro y Rey. Por eso su Amor no se contenta con que estemos unidos a El viviendo en gracia, sino que anhela a consumarnos en la unidad con El, con un solo corazón (¡el Suyo!) y una sola vida: “Viviendo conforme a la verdad en la caridad, tratemos de crecer en todo hacia El, que es la cabeza, Cristo, del cual todo el cuerpo, bien ordenado y unido, mediante la colaboración de cada juntura, según la energía propia de cada miembro, recibe fuerza para crecer edificandose a sí mismo en la caridad” (Ef 4,15-16).


Apuntes para una Fe clara en tiempos de confusion

Pescia Romana (Viterbo, Italia), 13 de Octubre de 2017, en el Centenario de la sexta aparición de Nuestra Señora en Fátima y del “milagro del Sol”, signo del Reino del Querer Divino y del triunfo del Corazón Inmaculado de María.

En la Fe de la Santa Iglesia, sin pretender dar lecciones a nadie, ofrezco al buen sentido y a la buena voluntad de quien lee estas reflexiones, con el deseo de ayudar a los hermanos que el Señor me ha encomendado –“mi parroquia espiritual o extraterritorial”– en este tiempo de oscuridad, de confusión y de extravío de la Fe para su formación básica en la Fe y como guía en su vida.

P. Pablo Martín

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