Carta de Amor del Padre Divino
Hijo mío, tal vez tú todavía no me conoces (Jn 3,1), pero Yo sé todo de tí, sé cuando te sientas y cuando te levantas; Yo conozco todas tus costumbres (Sal 138,1-3); conozco incluso el número de los cabellos de tu cabeza (Mt 10,30), porque has sido creado por Mí a imagen mía (Gén 1,27). En Mí tú vives, te mueves y existes, porque tú eres de mi familia (Hechos 17,28).
Yo te conozco desde antes de que tú fueras concebido (Ger 1,4-5), te he elegido desde antes de la creación del mundo (Ef 1,11-12). Tú no has sido un error, porque todos tus días han sido escritos en mi Libro (Sal 138,15-16). Yo he establecido el momento preciso de tu nacimiento (Hechos 17,26). Yo te he formado en el seno de tu madre, te he hecho como un prodigio, de un modo estupendo y maravilloso (Sal 138,13-14) y he tenido cuidado de tí desde el día que naciste (Sal 70,6).
Me han presentado mal aquellos que no me conocen (Jn 8,41-44); eso me ha indignado, pero soy también todo Amor (1a Jn 4,16) y mi deseo es sólo amarte, porque tú eres mi hijo y Yo soy tu Padre (1a Jn 3,1). Yo puedo ofrecerte mucho más de todo lo que un padre terreno pueda hacer (Mt 7,11), porque Yo soy el Padre perfecto (Mt 5,48). Todo buen regalo que recibes procede de Mí (Santiago 1,17), porque Yo soy Aquel que se ocupa de cada necesidad tuya (Mt 6, 31-33), porque te amo con amore eterno (Ger 31,3). Mis pensamientos por tí son innumerables como la arena del mar (Sal 138, 17-18) y me alegro por tí con gritos de gozo (Sal 39,17).
Nunca dejaré de hacerte el bien (Ger 32,40). Tú me perteneces, eres mi tesoro (Es 19,5). Yo deseo hacerte el bien con todo mi Corazón y con todo mi Espíritu (Ger 32,41) y quiero mostrarte cosas grandes y maravillosas (Ger 33,3). Si me buscas con todo el corazón, me hallarás (Dt 4,29). Busca tu gloria en Mí y escucharé los deseos de tu corazón (Fil 2,13), porque soy Yo quien provoca tus deseos, el querer y el obrar (Ef 3,20).
Yo puedo hacer por tí mucho más de todo lo que tú puedas pedir o imaginar (2a Tes 2,16-17), porque Yo soy tu más grande consolador y defensor (2a Cor 1,3-4), soy el Padre que corre a tí todas las veces que estás en dificultad. Yo te escucho y te salvo de todas tus angustias cuando tienes herido tu corazón (Sal 33,18). Como un pastor cuida de su corderito, Yo te llevo en mi regazo, junto a mi Corazón (Is 40,11). Un día Yo enjugaré cada lágrima de tu rostro y cancelaré en la tierra toda tribulación que has sufrido hasta ahora (Apoc 21,3-4).
Yo soy tu Padre y te amo como amo a mi Hijo Jesús (Jn 17,23), porque en El te he revelado mi amor por tí (Jn 17,26). El es la perfecta imagen de como soy Yo (Hebr 1,3). El ha venido para demostrarte que estoy de tu parte, no contra tí (Rom 8,31), y para decirte que no estoy contando tus pecados. Jesús ha muerto, para reconciliarnos tú y Yo (2a Cor 5,18-19). Su muerte ha sido la prueba más grande de mi amor por tí (1a Gv 4,10): he dado todo lo que tenía para poder tener tu amor (Rom 8,32).
Si recibes el don de mi Hijo Jesús, lo recibes en Mí (1a Jn 2,23) y nada podrá jamás separarte de mi amor eterno (Rom 8,38-39).
Vuelve a mi casa y haré la fiesta más grande que jamás hayas visto (Lc 15,7).
Yo he sido siempre tu Padre y seré siempre tu Padre (Ef 3,14-15). Mi pregunta es: ¿quieres tú ser mi Hijo? Repito: ¿quieres ser mio Hijo? (Jn 1,12-13)
Te estoy esperando con amor (Lc 15,11-32).
Firmado:
tu Papá, Dios Omnipotente
(“Apuntes para una Fe clara en tiempos de confusion” de Padre Pablo Martín Sanguiao)
Apuntes para una Fe clara en tiempos de confusion
Pescia Romana (Viterbo, Italia), 13 de Octubre de 2017, en el Centenario de la sexta aparición de Nuestra Señora en Fátima y del “milagro del Sol”, signo del Reino del Querer Divino y del triunfo del Corazón Inmaculado de María.
En la Fe de la Santa Iglesia, sin pretender dar lecciones a nadie, ofrezco al buen sentido y a la buena voluntad de quien lee estas reflexiones, con el deseo de ayudar a los hermanos que el Señor me ha encomendado –“mi parroquia espiritual o extraterritorial”– en este tiempo de oscuridad, de confusión y de extravío de la Fe para su formación básica en la Fe y como guía en su vida.
P. Pablo Martín
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