Maria

María era la más santa entre todas las criaturas, y su santidad era del todo semejante a la Santidad de su Creador

De los Escritos de Luisa Piccarreta “la Pequeña Hija de la Divina Voluntad”:

La Stma. Virgen es la recién nacida de la Divina Voluntad en el tiempo: por eso hizo todo y obtuvo todo.

Jesús dice a Luisa: “Hija mía, no te extrañe si te digo que eres la recién nacida de mi Voluntad. Has de saber que mi misma Madre Inmaculada es la recién nacida de mi Voluntad, porque comparando lo que es el Creador y lo que es y puede tomar de Dios la creatura, se puede decir que es una pequeña recién nacida, y por ser la recién nacida de mi Voluntad, se formó a semejanza de su Creador y pudo ser Reina de toda la Creación y como Reina dominaba todo y su eco correspondía bien al eco de la Divina Voluntad. Y no sólo la Celestial Soberana, sino todos los Santos, Angeles y bienaventurados se puede decir que son apenas recién nacidos en el Eterno Querer, pues apenas el alma sale del cuerpo mortal, renace en mi Voluntad; y si no renace en Ella no sólo no puede entrar en la Patria Celestial, pero ni siquiera salvarse, porque en la eterna gloria nadie entra si no ha nacido de mi Voluntad. Sin embargo he de decirte la gran diferencia que hay entre quien es recién nacido en la Suprema Voluntad en el tiempo y los que renacen a las puertas de la Eternidad.

Un ejemplo es mi Madre y Reina, que fue la recién nacida de la Divina Voluntad en el tiempo, y siendo recién nacida tuvo el poder de hacer que su Creador bajase a la tierra, y mientras era inmenso, Lo encerraba en su seno materno, para vestirlo de su misma naturaleza y darlo como Salvador de las generaciones humanas. Ella, al ser la recién nacida, formó mares de gracias, de luz, de santidad, de conocimiento, en los que poder contener a Aquel que La había creado. Con la potencia de la Vida de la Suprema Voluntad que poseía, pudo hacer todo e impetrar todo, y el mismo Dios no podía negarse a lo que pedía esta Celestial Criatura, porque lo que pedía era lo que su mismo Querer pedía, al cual nada podía ni debía negar…” (19°, 14-3-1926)

María fue concebida Inmaculada y Llena de Gracia porque tenía que ser la Madre de Dios.

“Hija mía, mi Madre fue concebida sin mancha original para poder impetrar al suspirado Redentor, pues era justo y decoroso que en quien tenía que ser mi Madre, ni siquiera el gérmen de la culpa hubiera tenido jamás existencia, y tenía que ser la más noble, la más santa entre todas las criaturas, pero con una nobleza divina y una santidad del todo semejante a su Creador, para poder encontrar en Ella tanta gracia y capacidad, que pudiera concebir al Santo de los Santos, al Verbo Eterno. Muchas veces las criaturas también hacen ésto, que si tienen que conservar cosas preciosas y de gran valor, preparan recipientes limpísimos y d un valor equivalente a las cosas preciosas que se tienen que conservar en ellos. Pero si son cosas corrientes y de poco poco valor, se preparan vasijas de barro y de poquísimo valor, no se tiene el cuidado de tenerlas bajo llave como el recipiente limpísimo, sino que las tienen en cualquier sitio, de modo que de la preciosidad del recipiente y de como se tiene custodiado se puede saber si lo que contiene es algo precioso y de gran valor. Pues bien, teniendo Yo que recibir su sangre para ser concebido en su seno, era justo que tanto su alma como su cuerpo fueran limpísimos y que Ella fuera enriquecida con todas las gracias, privilegios y prerrogativas posibles e imaginables que Dios puede dar y que la criatura puede recibir…” (19°, 19-3-1926)

La verdadera muerte de María: entregó su voluntad como muerta en manos de Dios

La verdadera muerte de María: entregó su voluntad como muerta en manos de Dios.

Encontrándome en mi habitual estado, mi pobre mente se hallaba en una atmósfera altísima; me parecía ver a la Divinidad, y sobre una rodilla del Padre Celestial a mi Reina y Mamá muerta, como si no tuviera vida. Yo, asombrada, pensaba para mí: “Mi Mamá está muerta, pero ¡qué dichosa muerte es morir en las rodillas de nuestro Creador!” Pero fijándome más, veía como si su voluntad estuviera separada del cuerpo, tenida en las manos del Divino Padre. Yo miraba atónita y no sabía explicarme lo que veía, pero una voz que salía del Trono Divino decía:

Esta es la elegida entre todas las elegidas, es la toda bella, es la única criatura que Nos entregó su voluntad y Nos la dejó muerta en las rodillas, en nuestras manos, y Nosotros le hicimos en cambio don de nuestra Voluntad. Don más grande no podíamos darle, porque adquiriendo esta Suprema Voluntad tuvo el poder de hacer descender el Verbo a la tierra y que llevara a cabo la Redención del género humano. Una voluntad humana no tendría poder ni atractivo sobre Nosotros; pero una Voluntad Divina dada por Nosotros mismo a esta incomparable Criatura, Nos venció, Nos conquistó, Nos raptó y, no pudiendo resistir, cedimos a sus ruegos de hacer bajar el Verbo a la tierra. Ahora esperamos que vengas tú a morir sobre la otra rodilla, dándonos tu voluntad, y Nosotros, viéndola muerta en nuestras manos, como si ya no existera para tí, te daremos la Nuestra y por medio tuyo, es decir, de esta nuestra Voluntad entregada a tí, volverá nuestro ‘Fiat’ a vivir en la tierra. Estas dos voluntades muertas en nuestras rodillas serán el rescate de tantas voluntades rebeldes y las tendremos como prenda preciosa, que Nos compensarán de tantos males de las demás criaturas, porque con nuestra Voluntad podrán satisfacernos por todo”. (18°, 10-10-1925)

En el juego de amor con Dios, María perdió su voluntad y ganó la Voluntad Divina.

“… Nuestro dolor fue grande al ver que la creatura Nos rechazaba estos grandes bienes y nuestro juego de azar fracasó por entonces, pero aunque hubiera fracasado, era siempre un juego divino, que podía y debía rehacerse de su fracaso. Por eso, después de tantos años, mi amor quiso jugar de nuevo, y fue con mi Madre Inmaculada. En Ella nuestro juego no falló, tuvo su pleno éxito, y por eso le dimos todo y a Ella le encomendamos todo, más aún, era una carrera: Nosotros a darle y Ella a recibir.

(…) Ven conmigo, ante el Trono Divino, y encontrarás a los pies de la Majestad Suprema la llamita de la voluntad de la Reina del Cielo, que Ella se jugó en el juego divino, porque para jugar hace falta poner siempre algo propio, pues si no quien vence no tiene nada que coger y quien pierde no tiene nada que dejar. Y como Yo vencí en el juego con mi Madre, Ella perdió la llamita de su voluntad. Pero felíz pérdida; con haber perdido su llamita, dejándola como continuo homenaje a los pies de su Creador, formó su vida en el gran fuego divino, creciendo en el mar inmenso de los bienes divinos, y pudo así obtener al suspirado Redentor…” (19°, 9-3-1926)

Jesús en su Pasión quiso ser atado para liberar al hombre de las cadenas de la culpa

De los Escritos de Luisa Piccarreta “la Pequeña Hija de la Divina Voluntad”:

Esta mañana mi siempre amable Jesús se hacía ver todo atado, atadas las manos, los pies, la cintura; del cuello le descendía una doble cadena de fierro, pero estaba atado tan fuertemente, que le quitaba el movimiento a su Divina Persona. Qué dura posición era ésta, de hacer llorar aun a las piedras, y mi sumo bien Jesús me ha dicho:

“Hija mía, en el curso de mi Pasión todas las otras penas hacían competencia entre ellas, pero una cedía el lugar a la otra, y se mantenían vigilantes para hacerme sufrir lo peor, para darse la vanagloria de que una había sido más dura que las demás, pero las cuerdas no me las quitaron jamás; desde que me apresaron hasta el monte calvario estuve siempre atado, es más, agregaban siempre más cuerdas y cadenas por temor de que pudiese huir, y para hacer más burla y juego de Mí; cuántos dolores, confusiones, humillaciones y caídas me causaron estas cadenas. Pero debes saber que en estas cadenas había un gran misterio y una gran expiación: El hombre, al empezar a caer en el pecado queda atado con las mismas cadenas de su pecado; si es grave son cadenas de fierro, si venial son cuerdas; entonces, si quiere caminar en el bien, siente las trabas de las cadenas y queda obstaculizado en su paso, el estorbo que siente lo agota, lo debilita, y lo lleva a nuevas caídas; si obra siente el impedimento en las manos y casi queda como si no tuviera manos para hacer el bien; las pasiones, viéndolo tan atado hacen fiesta y dicen: ‘Es nuestra la victoria.’ Y de rey que es el hombre, lo vuelven esclavo de pasiones brutales. Cómo es abominable el hombre en el estado de culpa, y Yo para romper sus cadenas quise ser atado, y no quise estar en ningún momento sin cadenas, para tener siempre listas las mías para romper las suyas, y cuando los golpes, los empujones me hacían caer, Yo le extendía las manos para desatarlo y hacerlo libre de nuevo.”

Pero mientras esto decía, yo veía a casi todas las gentes atadas por cadenas, que daban piedad, y rogaba a Jesús que tocara con sus cadenas las cadenas de ellas, a fin de que por el toque de las suyas quedaran rotas las de las criaturas. (13°, 16-11-1921)

“Hija mía, la culpa encadena al alma y le impide hacer el bien: La mente siente la cadena de la culpa y queda impedida para comprender el bien, la voluntad siente la cadena que la ata y se siente entorpecida, y en lugar de querer el bien quiere el mal, el deseo, encadenado, siente que le cortan las alas para volar a Dios. ¡Oh, cómo me da compasión ver al hombre encadenado por sus mismas culpas! He aquí por qué la primera pena que quise sufrir en la Pasión fueron las cadenas, quise estar atado para liberar al hombre de sus cadenas. Aquellas cadenas que Yo sufrí se convirtieron, en cuanto me tocaron, en cadenas de amor, las cuales tocando al hombre quemaban y rompían las suyas y lo ataban con mis amorosas cadenas. Mi Amor es operativo, no sabe estar si no obra, por eso para todos y para cada uno preparé lo que se necesita para rehabilitarlo, para sanarlo, para embellecerlo de nuevo, todo hice a fin de que si se decide encuentre todo preparado y a su disposición, por eso tengo listas mis cadenas para quemar las suyas, los pedazos de mi carne para cubrir sus llagas y adornarlo de belleza, mi sangre para darle nuevamente la vida, todo lo tengo listo. Tengo en reserva para cada uno lo que se necesita; mi Amor quiere darse, quiere obrar, siento una intranquilidad, una fuerza irresistible que no me da paz si no doy, ¿y sabes qué hago? Cuando veo que ninguno toma, concentro mis cadenas, los pedazos de mi carne, mi sangre, en quien los quiere y me ama, y lo cubro de belleza envolviéndolo todo con mis cadenas de amor, le centuplico la vida de Gracia y así mi Amor se desahoga y se tranquiliza.”

Pero mientras esto decía, yo veía que sus cadenas, los pedazos de su carne, su sangre, corrían sobre mí, y Él se divertía aplicándolos sobre de mí, y envolviéndome toda. ¡Cómo es bueno Jesús, sea siempre bendito! (14°, 18-3-1922)

En su agonía del Getsemaní, no los hombres, sino su Amor eterno traspasó a Jesús con clavos de fuego, lo coronó con espinas ardientes

De los Escritos de Luisa Piccarreta “la Pequeña Hija de la Divina Voluntad”:

Encontrándome en mi habitual estado, estaba pensando en la agonía de Jesús en el huerto; y apenas haciéndose ver el bendito Jesús me ha dicho: “Hija mía, los hombres no hicieron otra cosa que trabajar la corteza de mi Humanidad, y el Amor eterno me trabajó todo lo de adentro, así que en mi agonía, no los hombres, sino el Amor eterno, el Amor inmenso, el Amor incalculable, el Amor oculto, fue el que me abrió grandes heridas, me traspasó con clavos abrasadores, me coronó con espinas ardientes, me dio de beber hiel hirviente, así que mi pobre Humanidad no pudiendo contener tantas especies de martirios a un mismo tiempo, hizo salir fuera ríos de sangre, se contorsionaba y llegó a decir: “Padre, si es posible quita de Mí este cáliz, pero no la mía, sino que se haga tu Voluntad.” Lo que no hizo en el resto de la Pasión. Así que todo lo que sufrí en el curso de la Pasión, lo sufrí todo junto en la agonía del huerto, pero en modo más intenso, más doloroso, más íntimo, porque el Amor me penetró hasta en la médula de los huesos y en las fibras más íntimas del corazón, donde jamás podían llegar las criaturas, pero el Amor a todo llega, no hay cosa que le pueda resistir. Así que mi primer verdugo fue el Amor; por eso en el curso de la Pasión no hubo en Mí ni siquiera una mirada amenazadora hacia quien me hacía de verdugo, porque tenía un verdugo más cruel, más activo en Mí, el cual era el Amor, y donde los verdugos externos no llegaban, o cualquier punto que quedaba sin tocar, el Amor hacía su trabajo y en nada me perdonaba. Y así es en todas las almas, el primer trabajo lo hace el amor, y cuando el amor ha trabajado y la ha llenado de sí, lo que se ve de bien en el exterior no es otra cosa que el desahogo del trabajo que el amor ha hecho en el interior.” (9°, 25-11-1909)

“Hija mía, quiero un refrigerio a mis llamas, quiero desahogar mi Amor, pero mi Amor es rechazado por las criaturas. Tú debes saber que Yo al crear al hombre puse fuera, de dentro de mi Divinidad, una cantidad de Amor que debía servir como vida primaria de las criaturas para enriquecerse, para sostenerse, para fortificarse y para ayuda en todas sus necesidades; pero el hombre rechaza este Amor, y mi Amor va errante desde que fue creado el hombre, y gira siempre sin detenerse jamás, y rechazado por uno corre a algún otro para darse, y como es rechazado rompe en llanto, así que la incorrespondencia forma el llanto del Amor. Ahora, mientras mi Amor va errante y corre para darse, si ve a uno débil, pobre, rompe en llanto y le dice: ‘¡Ay! si no me hicieras andar errante y me hubieras dado alojo en tu corazón, habrías estado fuerte y nada te faltaría.’ Si ve a otro caído en la culpa, rompe en sollozos diciéndole: ‘¡Ay! si me hubieras dado entrada en tu corazón no habrías caído.’ Ante aquél otro que ve arrastrado por las pasiones, ensuciado de tierra, el Amor llora y sollozando le repite: ‘¡Ay! Si hubieras tomado mi Amor, las pasiones no tendrían vida en ti, la tierra no te tocaría, mi Amor te bastaría para todo.’ Así que en cada mal del hombre, pequeño o grande, él tiene un sollozo y continúa yendo errante para darse al hombre; y cuando en el huerto de Getsemaní se presentaron todos los pecados delante de mi Humanidad, cada culpa tenía un sollozo de mi Amor, y todas las penas de mi Pasión, cada golpe de flagelo, cada espina, cada llaga, eran acompañados por el sollozo de mi Amor, porque si el hombre me hubiera amado, ningún mal le podía venir; la falta de amor ha germinado todos los males y también mis mismas penas”. (14°, 4-2-1922)

María pudo concebir al Verbo solamente porque tenía el Querer Divino como vida propia

De los Escritos de Luisa Piccarreta “la Pequeña Hija de la Divina Voluntad”:

Jesús dice a Luisa: “Hija mía, has de saber que mi Madre Celestial pudo concebirme a Mí, Verbo Eterno, en su seno purísimo, porque hizo la Voluntad de Dios como la hace Dios. Todas las demás prerrogativas que tenía, o sea, su virginidad, su concepción sin mancha original, su santidad, los mares de Gracia que poseía, no eran medios suficientes para poder concebir a un Dios, porque todas esas prerrogativas no le daban ni la inmensidad ni la omnividencia para poder concebir a un Dios inmenso, que ve todo, y mucho menos la fecundidad para poder concebirlo; en una palabra, habría faltado el germen para la fecundidad divina, mientras que, poseyendo el Supremo Querer como vida propia y haciendo la Voluntad de Dios como la hace Dios, recibió el germen de la fecundidad divina, y con él la inmensidad, la omnividencia.

Por eso de modo connatural pude ser concebido en Ella; no Me faltaba ni la inmensidad, ni nada de lo que pertenece a mi Ser. (…) Este hacer la Voluntad de Dios como la hace Dios fue el punto más alto, más sustancioso, más necesario para que mi Madre obtuviera el suspirado Redentor. Todas las demás prerrogativas fueron la parte superficial, la decencia, el decoro que a Ella conveía. Así es para tí: si quieres obtener el suspirado ‘Fiat’ tienes que llegar a hacer la Voluntad de Dios como la hace Dios”. (19°, 31-3-1926)

Viviendo en el Querer Divino, María tomaba todo de Dios para corresponderle en modo divino todo y por todos

“… Así fue la vida de mi Madre Divina. Ella fue la verdadera imagen del vivir en mi Querer. Su vivir en El fue tan perfecto, que no hacía más que recibir continuamente de Dios lo que le convenía hacer para vivir en el Supremo Querer. De manera que recibía el acto de la adoración suprema, para poder ponerse a la cabeza de cada adoración que todas las criaturas tienen la obligación de hacer a su Creador, pues la verdadera adoración tiene vida en las Tres Divinas Personas. Nuestra concordia perfecta, nuestro Amor recíproco, nuestra única Voluntad, forman la adoración más profunda y perfecta en la Trinidad Sacrosanta. Por tanto, si la criatura Me adora y su voluntad no está de acuerdo conmigo, es palabra inutil, pero no adoración. Por eso mi Madre tomaba todo de Nosotros, para poder difundirse en todo y ponerse a la cabeza de cada acto de criatura, a la cabeza de cada acto de amor, de cada paso, de cada palabra, de cada pensamiento, a la cabeza de cada cosa creada. Ella ponía su acto primero en todas las cosas, y eso le dió el derecho a ser Reina de todos y de todo, y superó en santidad, en amor, en gracia, a todos los Santos que han habído y que habrán, y a todos los Angeles juntos. El Creador se volcó en Ella, dándole tanto amor que tiene amor suficiente para poderlo amar por todos, le comunicó la suma concordia y la Voluntad única de las Tres Divinas Personas, de modo que pudo adorar de modo divino por todos y suplir todos los deberes de las criaturas. Si no hubiera sido así, no sería verdad que la Madre Celestial superó a todos en la santidad, en el amor, sino un modo de decir; pero cuando Nosotros hablamos, son hechos, no palabras. Por eso encontramos todo en Ella, y encontrando todo y a todos, le dimos todo, constituyéndola Reina y Madre del mismo Creador (…)

Tú tienes que ser nuestro eco, el eco de Madre Celestial, porque sólo Ella fue la que vivió perfecta y plenamente en el Supremo Querer; por eso puede hacerte de guía y de maestra.

¡Ah, si tú supieras con cuánto amor estoy en torno a tí, con cuánto celo te vigilo, para que no se interrumpa tu vivir en mi Eterno Querer! Has de saber que estoy haciendo más contigo que con mi misma Madre Celestial, porque Ella no tenía tus necesidades, ni tendencias, ni pasiones que pudieran impedir lo más mínimo el curso de mi Voluntad en Ella. Con suma facilidad el Creador se derramaba en Ella y Ella en El, y por eso mi Voluntad siempre era triunfante en Ella; por eso no tenía necesidad ni de ser empujada ni amonestada…” (19°, 16-4-1926)

El fin primario de todo lo que Jesús y María hicieron en la Redención fue obtener el Reino de la Divina Voluntad en la tierra

El fin primario de todo lo que Jesús y María hicieron en la Redención fue obtener el Reino de la Divina Voluntad en la tierra.

Jesús dice a Luisa: “Hija mía, de todo lo que hizo mi Madre y de todo lo que hice Yo en la Redención, la finalidad primaria fue que mi ‘Fiat’ reinase en la tierra. No habría sido decoroso, ni verdadero amor, ni magnanimidad grande, ni mucho menos obrar como el Dios que soy, si viniendo al mundo quisiera y tuviera que dar a las criaturas la cosa más pequeña, como son los medios para salvarse, y no la cosa más grande, como es mi Voluntad, que contiene no sólo los remedios, sino todos los bienes posibles que hay en el Cielo y en la tierra; no sólo la salvación y la santidad, sino esa santidad que la eleva a la misma Santidad de su Creador. Oh, si tú pudieras penetrar en cada oración, acto, palabra y pena de mi inseparable Madre, hallarías dentro el ‘Fiat’ que Ella suspiraba y suplicaba…

(…) ¿Es que no llamé y elegí a mi Madre estando en mi Patria Celestial? Así te he llamado y te he elegido a tí con esa misma potencia a la que nadie puede resistir, para el suspirado ‘Fiat’, es más, te digo que para obtenerlo, tú tienes a tu disposición cosas más grandes y más importantes que las que tuvo mi Madre querida. Por eso tú eres más dichosa, porque Ella no tuvo una mamá, ni sus obras, como ayuda para obtener el suspirado Redentor, sino sólo el cortejo de los actos de los profetas, de los patriarcas y de los buenos del Antiguo Testamento y los grandes bienes previstos del futuro Redentor, mientras que tú tienes una Mamá y todas sus obras como ayuda, tienes las ayudas, las penas, las plegarias y la misma Vida, no prevista, sino efectuada, de tu Redentor; no hay bien ni oración que haya sido hecha y que se haga en la Iglesia que no esté contigo, para ayudarte a obtener el suspirado ‘Fiat’. Y puesto que el fin primario de todo lo que ha sido hecho por Mí, por la Reina del Cielo y por todos los buenos era el cumplimiento de mi Voluntad, por tanto todo está contigo para pedir que la finalidad sea alcanzada. Por eso sé atenta, Yo estaré contigo, también mi Madre; no estarás sola suspirando el triunfo de nuestra Voluntad”. (19°, 28-3-1926)

Jesús trató sólo con María la Redención y, después de realizar todo en Ella, se dió a los demás.

“… Hija mía, es mi costumbre que el orden de mi eterna Sabiduría manifieste mis obras más grandes primero a una sola alma, para concentrar en ella todo el bien que mi obra contiene y resolverla con ella a solas, como si ninguna otra existiera. Y cuando he hecho todo, de forma que puedo decir que he completado del todo mi obra en ella, tanto que nada le debe faltar, entonces la hago correr como un inmenso mar en favor de las demás criaturas. Eso hice con mi Madre Celestial. Primero traté con Ella de tú a tú la Obra de la Redención; ninguna otra criatura sabía nada de ello. Ella se dispuso a todos los sacrificios, a todos los preparativos necesarios para hacerme bajar del Cielo a la tierra. Hice todo como si fuera la única redimida; pero después de haberme dado a luz, de tal forma que todos podían verme y tomar los bienes de la Redención, Me dí a todos, con tal que quisieran recibirme. Así será de mi Voluntad: cuando haya completado todo en tí, de tal manera que mi Voluntad triunfe en tí y tú en Ella, entonces correrá como agua para bien de todos; pero hace falta hacer la primera alma para tener las demás”. (17°, 25-6-1925)

Todo lo que María hizo por Jesús lo ha hecho a los que viven en la Divina Voluntad

(…) “Hija mía, pon tu pequeño ‘Te amo’ no sólo en la boca, sino también en todos los actos que tienen lugar entre mi Hijo y Yo. Tú debes saber que todo lo que Yo le hacía a mi Hijo, mi intención era de hacerlo a aquellas almas que habían de vivir en la Divina Voluntad, porque estando en Ella estaban dispuestas a recibir todos los actos que Yo le hacía a Jesús, y encontraba suficiente espacio donde ponerlos. Así que, si Yo besaba a mi Hijo, las besaba a ellas, porque las hallaba unidas a El en su Suprema Voluntad. Eran ellas las primeras como ordenadas en El, y mi amor maternal me obligaba a hacerlas partícipes de lo que le hacía a mi Hijo.

Grandes gracias hacían falta a quienes habían de vivir en esta Santa Voluntad, y Yo les ponía a su disposición todos mis bienes, mis gracias, mis dolores, como ayuda de ellos, como fortaleza, como apoyo, como luz, y me sentía felíz y glorificada con los honores más grandes, de tener como hijos míos los hijos de la Voluntad del Padre Celestial, la cual también Yo poseía, y por eso los miraba como hijos míos. Es más, de ellos se puede decir lo que se dice de mi Hijo: que así como las primeras generaciones obtuvieron la salvación por los méritos del futuro Redentor, así estas almas, en virtud de la Voluntad Divina operante en ellas, estas futuras hijas son las que incesantemente imploran la salvación, las gracias para las futuras generaciones; están con Jesús y Jesús en ellas, y repiten con El lo que contiene Jesús. Por eso, si quieres que te repita lo que le hice a mi Hijo, haz que siempre te encuentre en su Voluntad, y Yo te concederé en abundancia mis favores”. (18°, 10-10-1925)

María tiene la misión única de Madre de Dios y el oficio de Corredentora y Madre nuestra

“Hija mía, ciertas misiones y oficios llevan consigo tales dones, gracias, riquezas y prerrogativas que, si no fuera por la misión o por el desempeño del oficio, no sería necesario poseer eso que se tiene y que ha sido dado por la necesidad de desempeñar el oficio (…)

Además de Mí está mi Madre Celestial, que tuvo la misión única de ser la Madre de un Hijo que es Dios y el oficio de Corredentora del género humano. Para su misión de Maternidad Divina fue enriquecida con tanta Gracia que, reuniendo todo junto todo de las demás criaturas del Cielo y de la tierra, jamás podrán igualarla. Pero eso no bastaba: para atraer al Verbo a su seno materno abrazó a todas las criaturas, amó, reparó, adoró la Majestad Suprema por todos, de modo que Ella sola pudo hacer todo lo que las generaciones humanas le debían a Dios. Así que en su Corazón virginal tenía una vena inagotable hacia Dios y hacia todas las criaturas. Cuando la Divinidad encontró en esta Virgen la correspondencia del amor de todos, se sintió raptar y llevó a cabo la concepción del Verbo, o sea, la Encarnación. Y al concebirme tomó el oficio de Corredentora y tomó parte conmigo y abrazó todas las penas, las satisfacciones, las reparaciones, el amor materno hacia todos. Por tanto, en el Corazón de mi Madre había una fibra de amor materno para cada criatura. Por eso, con verdad y con justicia la declaré, cuando Yo estaba en la Cruz, Madre de todos. Ella corría conmigo en el amor, en las penas, en todo; nunca Me dejaba solo. Si el Eterno no le hubiera dado tanta Gracia para poder recibir Ella sola el amor de todos, nunca se habría movido del Cielo para venir a la tierra a redimir el género humano. De ahí la necesidad, la conveniencia que, por su misión de Madre del Verbo, tuviera que abrazar todo y superar todo. Cuando un oficio es único, resulta por consiguiente que a quien tiene esa misión nada se le ha de escapar, debe controlar todo, para poder dar ese bien que posee, tiene que ser como un verdadero sol, que puede dar luz a todos. Así ha sido de Mí y de mi Madre Celestial.

Ahora, tu misión de dar a conocer la Eterna Voluntad se enlaza con la mía y con la de mi Madre querida…” (17°, 1°-5-1925)

La oración en la Divina Voluntad es la vía que nos permite subir al Cielo

De los Escritos de Luisa Piccarreta “la Pequeña Hija de la Divina Voluntad”:

Estaba haciendo mi habitual adoración a mi Bien Crucifìcado, diciéndole: “Entro en tu Querer, mejor dicho, dáme la mano e introdúceme Tú mismo en la inmensidad de tu Voluntad, para que no haga nada que no sea efecto de tu Stmo. Querer”. Pero mientras decía eso, pensaba yo: ¿Cómo, la Voluntad Divina está en todas partes, ya estoy en Ella… y estoy diciendo: entro en tu Querer?”

Y mientras lo pensaba, mi dulce Jesús, moviéndose en mi interior, me ha dicho: “Hija mía, y sin embargo es grande la diferencia entre quien reza o actúa porque mi Voluntad lo rodea y por su propia naturaleza se encuentra en todo, y quien por su voluntad, conociendo lo que hace, entra en el ambiente divino de mi Voluntad para obrar y orar…” (Vol. 15°, 21.6.1923)

Después he recibido la Santa Comunión, y yo, según mi costumbre, estaba llamando y poniendo todas las cosas creadas en torno a Jesús, para que todas le hicieran corona y le dieran la correspondencia de amor y de homenajes debidos como a su Creador. Todas han acudido a mi llamada y claramente veía todo el amor de mi Jesús hacia mí en todas las cosas creadas; y Jesús esperaba con tanta ternura de amor en mi corazón la correspondencia de mi amor. Y yo, sobrevolando sobre todo y abrazando todo, iba a los pies de Jesús y le decía:

“Amor mío, Jesús mío, has creado todo por mí y me lo has dado, de manera que todo es mío, y yo te lo doy a Tí para amarte. Por eso te digo en cada rayo de luz del sol Te amo; en el tremolar de las estrellas Te amo; en cada gota de agua Te amo. Tu Querer me hace ver hasta en el fondo del océano tu ‘Te amo’ por mí, y yo imprimo mi ‘Te amo’ a Tí en cada pez que nada en el mar; quiero imprimir mi ‘Te amo’ en el vuelo de cada pájaro; Te amo en todas las cosas, Amor mío. Quiero imprimir mi ‘Te amo’ en alas del viento, en el moverse de las hojas, en cada llama de fuego, Te amo por mí y por todos …”

Toda la creación estaba diciendo conmigo “Te amo”. Pero cuando quise abrazar todas las generaciones humanas en el Querer Eterno, para hacer que todas se postrasen ante Jesús y todas hicieran su deber de decir en cada pensamiento, palabra, acto, “Te amo” a Jesús, se me escapaban y yo me perdía y no sabía qué hacer. Se lo he dicho a Jesús; y El me ha dicho: “Hija mía, y sin embargo eso es precisamente el vivir en mi Querer, traer toda la Creación ante Mí y en nombre de todos darme la correspondencia de sus deberes. Ninguno se te debe escapar, de lo contrario mi Voluntad encontraría vacíos en la Creación y no se quedaría satisfecha. ¿Pero sabes por qué no encuentras a todos y muchos se te escapan? Es por la fuerza del libre albedrío. Sin embargo quiero enseñarte el secreto, donde los puedes encontrar a todos: entra en mi Humanidad y hallarás todos los actos de ellos como custodiados, por lo cual Yo me comprometí a satisfacer por ellos ante mi Padre Celestial, y tú vete siguendo todos mis actos, que eran los actos de todos; así encontrarás todo y me darás la correspondencia de amor por todos y por todo. Todo está en Mí; habiendolos hecho Yo por todos, en Mí se encuentra depositado todo y le doy al Divino Padre el amor que se le debe por todo, y quien quiere se sirve de ello como medio y camino para subir al Cielo”.

Yo he entrado en Jesús y con facilidad he encontrado todo y a todos, y siguiendo lo que Jesús hizo decía: “En cada pensamiento de criatura Te amo ; en el vuelo de cada mirada Te amo; en cada sonido de palabra Te amo; en cada pálpito, respiro, afecto, Te amo; en cada gota de sangre, en cada obra y paso, Te amo…” ¿Pero quién puede decir todo lo que yo hacía y decía? Muchas cosas no se saben decir; incluso, lo que se dice, se dice muy mal, respecto a cómo se dice cuando se está junto con Jesús… Finalmente, diciendo ‘Te amo’, me he hallado en mí misma. (Vol. 16°, 29.12.1923).

María fue poseída por la potencia y la santidad del Querer Divino, el cual la hacía ser dominadora del mismo Dios

De los Escritos de Luisa Piccarreta “la Pequeña Hija de la Divina Voluntad”:

Jesús a Luisa: “Hija mía, la Inmaculada Concepción de mi Madre querida fue prodigiosa y del todo maravillosa, tanto que Cielos y tierra llenos de estupor hicieron fiesta. Las Tres Divinas Personas dieron a porfía: el Padre se desbordó en un mar inmenso di Potencia; Yo, el Hijo, en un mar infinito de Sabiduría, y el Espíritu Santo en un mar inmenso de eterno Amor, que confundiéndose en un solo mar formaron uno solo, en medio del cual fue formada la Concepción de esta Virgen, elegida entre las elegidas. Así que la Divinidad suministró la sustancia de esta Concepción.

Y no sólo era centro de vida de esta admirable y singular criatura, sino que este mar estaba en torno a Ella, no sólo para tenerla defendida de todo lo que pudiera oscurecerla, sino para darle a cada momento nueva belleza, nuevas gracias, poder, sabiduría, amor, privilegios, etcétera. Así que su pequeña naturaleza fue concebida en el centro de este mar, y se formó y creció bajo el influjo de estas olas divinas. Por eso, apenas fue formada esta noble y singular criatura, Dios no quiso esperar come hace sempre con las demás criaturas; quería recibir sus abrazos, la correspondencia de su amor, sus besos, disfrutar sus sonrisas inocentes. Por eso, apenas fue hecha su Concepción, le le dí el uso de razón, la doté de todos los conocimientos, le hice saber nuestras alegrías y nuestros dolores respecto a la Creación; y desde el seno de su madre Ella venía al Cielo, a los pies de nuestro trono, para abrazarnos y darnos la correspondencia de su amor, sus besos llenos de ternura, y abalanzándose a nuestros brazos Nos sonreía con tal complacencia de gratitud y de reconocimiento, que robaba nuestras sonrisas.

Oh, qué bello era ver a esta inocente y privilegiada criatura, enriquecida con todas las cualidades divinas, venir en medio de Nosotros, llena de amor, llena de confianza, sin temor, porque sólo el pecado crea distancia entre el Creador y la criatura, rompe el amor, destruye la confianza e infunde temor. Así que Ella venía entre Nosotros como Reina, que con el amor que Le habíamos dado Nos dominaba, Nos embelesaba, Nos ponía de fiesta y nos robaba más amor; y Nosotros le dejábamos obrar, gozábamos del amor que Nos arrebataba y La constituímos como Reina del Cielo y de la tierra. Cielo y tierra exultaron e hicieron fiesta con Nosotros, por tener a su Reina después de tantos siglos… El sol sonrió con su luz y se sintió afortunado al tener que servir a su Reina dándole la luz. El cielo, las estrellas y todo el universo sonrieron de alegría e hicieron fiesta, porque debían alegrar a su Reina, haciéndole ver la armonía de las esferas y su belleza. Sonrieron las plantas, porque habían de alimentar a su Reina; y también la tierra sonrió y se sintió ennoblecida al tener que ser la morada que pisaran los pasos de su Emperadora. Sólo el inferno lloró, sintiendo que desfallecían sus fuerzas por el dominio de esta Soberana Señora.

¿Pero sábes tú cuál fue el primer acto que hizo esta Criatura Celestial cuando por primera vez se vio ante nuestro trono? Ella comprendió que todo el mal del hombre había sido la ruptura entre su voluntad humana y la de su Creador, sintió un estremecimiento y, sin dejar pasar ni un solo instante, ató su voluntad a los pies de mi trono, sin quererla conocer siquiera; y mi Voluntad se ató a Ella y se hizo el centro de su vida, de manera que entre Nosotros y Ella se abrieron todas las corrientes, todas las relaciones, todas las comunicaciones, y no hubo secreto que no Le confiáramos. Fue eso precisamente el acto más bello, más grande, más heroico que hizo, colocar su voluntad a nuestros pies, lo que hizo que Nosotros, como extasiados, nos hizo constituirla Reina de todos. ¿Ves lo que significa vincularse con mi Voluntad y no conocer la propia?

El segundo acto fue ofrecerse a cualquier sacrificio por amor Nuestro. El tercero fue devolvernos el honor, la gloria de toda la Creación, que el hombre Nos había negado al hacer su voluntad; y desde el seno de su madre lloró de amor a Nosotros, al vernos ofendidos, y lloró de dolor por el hombre culpable… ¡Oh, cóme Nos enternecían esas lágrimas inocentes y apresuraban la suspirada Redención!

Esta Reina Nos dominaba, Nos vinculaba, obtenía de Nosotros gracias infinitas; Nos inclinaba tanto hacia el género humano, que no podíamos ni sabíamos resistir a sus continuos ruegos. ¿Pero de dónde procedía tal poder y tanta influencia sobre la misma Divinidad? Ah, tú ya lo has comprendido: era la potencia de nuestro Querer que obraba en Ella, el cual, mientras la dominaba, la hacía ser dominadora del mismo Dios. Y además, ¿cómo podíamos resistir a tan inocente criatura, poseída por la potencia y la santidad de nuestro mismo Querer? Habría sido resistirnos a Nosotros mismos. En Ella descubríamos nuestras cualidades divinas; como oleadas afluíban sobre Ella los reflejos de nuestra Santidad, los reflejos de nuestros modales divinos, de nuestro Amor, de nuestro Poder, etcétera, y nuestro Querer, que de todo ello era el centro que atraía los reflejos de nuestras cualidades divinas, se hacía corona y defensa de la Divinidad habitante en Ella.

Si esta Virgen Inmaculada no hubiera tenido el Querer Divino como centro de vida, todas las demás prerrogativas y privilegios con que tanto la enriquecimos habrían sido cosa de nada en comparación con éste. Eso fue lo que le confirmó y le conservó todos sus privilegios, más aún, le multiplicaba otros nuevos a cada momento.

María preparó en su seno virginal el terreno divino en el que el Verbo Eterno tenía que vestirse de carne humana

De los Escritos de Luisa Piccarreta “la Pequeña Hija de la Divina Voluntad”:

“Hija mía querida, si la Concepción de mi Madre Celestial fue prodigioso y fue concebida en el mar que salió de las Tres Divinas Personas, mi Concepción no fue en el mar que salió de Nosotros, sino en el gran mar que residía en Nosotros, nuestra misma Divinidad, que descendía al seno virginal de esta Virgen, y quedé concebido. Es verdad que se dice que el Verbo se encarnó, pero mi Padre Celestial y el Espíritu Santo eran inseparables de Mí. Es verdad que Yo tuve la parte agente, pero Ellos la tuvieron concurrente.

Imagínate dos reflectores, de los que uno refleja en el otro la misma imágen. Los sujetos son tres: el de enmedio toma la parte operante, sufriente, suplicante; los otros dos estan con él, concurren y son expectadores. Por tanto puedo decir que de los dos reflectores, uno era la Trinidad Sacrosanta y el otro mi Madre querida.

Ella, en el breve curso de su vida, con vivir siempre en mi Querer Me preparó en su seno virginal el pequeño terreno divino en el que Yo, Verbo Eterno, tenía que vestirme de carne humana, porque jamás habría bajado en un terreno humano. Y reflejándose la Trinidad en Ella, quedé concebido. Por eso, mientras esa misma Trinidad permanecía en el Cielo, Yo quedé concebido en el seno de esta noble Reina. Todas las demás cosas, por más que sean grandes, nobles, sublimes, prodigiosas, incluso la misma Concepción de la Virgen Reina, todas se quedan atrás; no hay nada comparable, ni amor, ni grandeza, ni potencia, a mi Encarnación. Aquí no se trata de formar una vida, sino de encerrar la Vida que da la vida a todos, no de extenderme, sino de restringirme, para poder encarnarme, no para recibir, sino para dar… ¡Quien ha creado todo, para encerrarse en una creada y pequeñísima Humanidad! Estas son solamente obras de un Dios, de un Dios que ama, que a toda costa quiere vincular con su Amor a la criatura para hacer que Lo ame.

Pero ésto aún es nada. ¿Sabes tú dónde resplandeció todo mi Amor, toda mi Potencia y Sabiduría? Apenas la Potencia Divina formó esta pequeñísima Humanidad, tan pequeña que podría compararse al tamaño de una avellana [1], pero con todos sus miembros proporcionados y formados [2], y el Verbo quedó concebido en Ella, la inmensidad de mi Voluntad, conteniendo en sí a todas las criaturas pasadas, presentes y futuras, concibió en Ella las vidas de todas las criaturas y, a la vez que crecía la mía, así crecían ellas en Mí. Por eso, mientras aparentemente parecía estar Yo solo, visto con el microscopio de mi Voluntad se veían concebidas todas las criaturas. Conmigo sucedía como cuando se ven aguas cristalinas, que parecen claras, pero viéndolas con el microscopio, ¿cuántos microbios no se ven?

Mi Encarnación fue tal y tan grande, que la gran rueda de la Eternidad quedó tocada y estática, al ver los innumerables excesos de mi Amor y todos los prodigios reunidos en uno solo. Toda la mole del Universo quedó conmovida al ver que el que da vida a todo se encerraba, se empequeñecía, se anonadaba, encerraba todo…, ¿para hacer qué? Para asumir las vidas de todos y hacer que renacieran todos”. (15°, 16-12-1922)


[1] Luisa usa una palabra en dialecto, que significa “avellana”, pero que a la vez en italiano es “el tejido interno del óvulo, del cual se forma el saco del embrión”; un significado que ella no podía conocer.

[2] No es casual que Jesucristo sea, en su Stma. Humanidad, “el Primogénito” entre todas las criaturas (Col.1,15), “el nuevo Adán”, el modelo ejemplar del mismo Adán y de todo el género humano.