Todo lo que María hizo por Jesús lo ha hecho a los que viven en la Divina Voluntad
(…) “Hija mía, pon tu pequeño ‘Te amo’ no sólo en la boca, sino también en todos los actos que tienen lugar entre mi Hijo y Yo. Tú debes saber que todo lo que Yo le hacía a mi Hijo, mi intención era de hacerlo a aquellas almas que habían de vivir en la Divina Voluntad, porque estando en Ella estaban dispuestas a recibir todos los actos que Yo le hacía a Jesús, y encontraba suficiente espacio donde ponerlos. Así que, si Yo besaba a mi Hijo, las besaba a ellas, porque las hallaba unidas a El en su Suprema Voluntad. Eran ellas las primeras como ordenadas en El, y mi amor maternal me obligaba a hacerlas partícipes de lo que le hacía a mi Hijo.
Grandes gracias hacían falta a quienes habían de vivir en esta Santa Voluntad, y Yo les ponía a su disposición todos mis bienes, mis gracias, mis dolores, como ayuda de ellos, como fortaleza, como apoyo, como luz, y me sentía felíz y glorificada con los honores más grandes, de tener como hijos míos los hijos de la Voluntad del Padre Celestial, la cual también Yo poseía, y por eso los miraba como hijos míos. Es más, de ellos se puede decir lo que se dice de mi Hijo: que así como las primeras generaciones obtuvieron la salvación por los méritos del futuro Redentor, así estas almas, en virtud de la Voluntad Divina operante en ellas, estas futuras hijas son las que incesantemente imploran la salvación, las gracias para las futuras generaciones; están con Jesús y Jesús en ellas, y repiten con El lo que contiene Jesús. Por eso, si quieres que te repita lo que le hice a mi Hijo, haz que siempre te encuentre en su Voluntad, y Yo te concederé en abundancia mis favores”. (18°, 10-10-1925)
María tiene la misión única de Madre de Dios y el oficio de Corredentora y Madre nuestra
“Hija mía, ciertas misiones y oficios llevan consigo tales dones, gracias, riquezas y prerrogativas que, si no fuera por la misión o por el desempeño del oficio, no sería necesario poseer eso que se tiene y que ha sido dado por la necesidad de desempeñar el oficio (…)
Además de Mí está mi Madre Celestial, que tuvo la misión única de ser la Madre de un Hijo que es Dios y el oficio de Corredentora del género humano. Para su misión de Maternidad Divina fue enriquecida con tanta Gracia que, reuniendo todo junto todo de las demás criaturas del Cielo y de la tierra, jamás podrán igualarla. Pero eso no bastaba: para atraer al Verbo a su seno materno abrazó a todas las criaturas, amó, reparó, adoró la Majestad Suprema por todos, de modo que Ella sola pudo hacer todo lo que las generaciones humanas le debían a Dios. Así que en su Corazón virginal tenía una vena inagotable hacia Dios y hacia todas las criaturas. Cuando la Divinidad encontró en esta Virgen la correspondencia del amor de todos, se sintió raptar y llevó a cabo la concepción del Verbo, o sea, la Encarnación. Y al concebirme tomó el oficio de Corredentora y tomó parte conmigo y abrazó todas las penas, las satisfacciones, las reparaciones, el amor materno hacia todos. Por tanto, en el Corazón de mi Madre había una fibra de amor materno para cada criatura. Por eso, con verdad y con justicia la declaré, cuando Yo estaba en la Cruz, Madre de todos. Ella corría conmigo en el amor, en las penas, en todo; nunca Me dejaba solo. Si el Eterno no le hubiera dado tanta Gracia para poder recibir Ella sola el amor de todos, nunca se habría movido del Cielo para venir a la tierra a redimir el género humano. De ahí la necesidad, la conveniencia que, por su misión de Madre del Verbo, tuviera que abrazar todo y superar todo. Cuando un oficio es único, resulta por consiguiente que a quien tiene esa misión nada se le ha de escapar, debe controlar todo, para poder dar ese bien que posee, tiene que ser como un verdadero sol, que puede dar luz a todos. Así ha sido de Mí y de mi Madre Celestial.
Ahora, tu misión de dar a conocer la Eterna Voluntad se enlaza con la mía y con la de mi Madre querida…” (17°, 1°-5-1925)
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