Dios pudo gozar las alegrías de la Creación gracias a María, por eso Ella pudo concebir al Verbo
Jesús a Luisa: “Hija mía, las puras alegrías de la Creación, mis inocentes juegos con la criatura los he gozado, pero a intervalos, no en forma perenne, y las cosas, cuando no son estables y continuas, acrecientan aún más el dolor y hacen suspirar más por disfrutarlas de nuevo, y uno haría cualquier sacrificio por hacerlas permanentes.
En primer lugar gocé las puras alegrías de la Creación cuando, después de haber creado todo, creé al hombre, hasta que pecó (…) Por segunda vez gozamos las puras alegrías de la Creación cuando después de tantos siglos vino a la luz del día la Virgen Inmaculada. Habiendo sido preservada hasta de la sombra de la culpa y poseyendo nuestra Voluntad en toda su plenitud, no habiendo habido entre Ella y Nosotros, entre su voluntad y la Nuestra, sombra alguna de ruptura, Nos fueron restituidas las alegrías, nuestros juegos inocentes; en su regazo Nos trajo todas las fiestas de la Creación, y Nosotros le dimos tanto y nos divertimos tanto al darle, que en cada instante la enriquecimos con tantas nuevas gracias, nuevos contentos, nueva belleza, que no podía contener más. Pero la Emperadora criatura no permaneció mucho sobre la tierra, pasó al Cielo, y no hallamos otra criatura en el bajo mundo que perpetuase nuestra diversión y Nos diera las alegrías de la Creación. En tercer lugar gozamos de las alegrías de la Creación cuando Yo, el Verbo Eterno, bajé del Cielo y tomé mi Humanidad.
Ah, mi Madre querida, poseyendo la plenitud de mi Voluntad, había abierto las corrientes entre el Cielo y la tierra, había puesto todo de fiesta, Cielo y tierra, y la Divinidad, estando de fiesta por amor a esta santa criatura, Me hizo ser concebido en su seno virginal, dándole la Fecundidad Divina, para hacerme cumplir la gran obra de la Redención. Si no hubiera estado esta Virgen excelsa que tuvo el primado en mi Voluntad, que hizo vida perfecta en mi Querer, viviendo en El como si no tuviera la suya, y que haciendo así estableció la corriente de las alegrías de la Creación y nuestras fiestas, jamás el Verbo Eterno habría venido a la tierra a cumplir la Redención del género humano. Ya ves como la cosa más grande, más importante, más satisfactoria, la que más atrae a Dios, es el vivir en mi Querer, y el que vive en El vence a Dios y Le hace que conceda dones tan grandes que asombran Cielo y tierra y que durante siglos y siglos no se habían podido obtener.
¡Oh, cómo mi Humanidad, estando en la tierra y teniendo en sí la misma vida del Querer Supremo, que era inseparable de Mí, de un modo perfecto y completo dió a la Divinidad todas las alegrías, la gloria, la correspondencia de amor de toda la Creación, y la Divinidad se sintió tan felicitada que Me dió el primato sobre todo, el derecho a juzgar todas las gentes! ¡Oh, el bien que obtuvieron las criaturas sabiendo que un Hermano suyo, que tanto las amaba y que tanto había sufrido para ponerlas a salvo, tenía que ser su juez! La Divinidad, al ver contenido en Mí todo el fin de la Creación, como si se despojara de todo, Me concedió todos los derechos sobre todas las criaturas.
Pero mi Humanidad pasó al Cielo y no quedó en la tierra quien perpetuase el vivir del todo en el Querer Divino y que, elevándose sobre todo y todos en nuestra Voluntad, Nos diera las puras alegrías y Nos hiciera continuar nuestras inocentes diversiones con una criatura terrestre. Así que nuestras alegrías quedaron interrumpidas, nuestro juego cortado sobre la faz de la tierra” (…)
“… Ves, ya han pasado veinte siglos desde que las verdaderas, las plenas alegrías de la Creación fueron interrumpidas, porque no hemos hallado capacidad suficiente, despojo total de voluntad humana en alguien a quien poder confiar la propiedad de nuestro Querer. Ahora, para hacer eso teníamos que escoger a una criatura que estuviera más cerca y se hermanase con las humanas generaciones. Si les hubiese puesto a mi Madre como ejemplo, se habrían sentido muy lejos de Ella. Habrían dicho: ‘¿Cómo no tenía que vivir en el Querer Divino, si carecía de toda mancha, incluso la de origen?’ Por tanto se habrían encogido de hombros y no habrían interesado para nada. Y si les hubiese puesto como ejemplo a mi Humanidad, se habrían asustado aún más y habrían dicho: ‘Era Dios y hombre, y siendo la Voluntad Divina su propia vida no es de extrañar que viviera en el Querer Supremo’. Por eso, para hacer que en mi Iglesia pudiera tener vida este vivir en mi Voluntad, tenía que seguir la escala, bajar aún más, escoger entre ellos a una criatura…” (16°, 22-2-1924)
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