Adán al principio de su existencia experimentó lo que significa vivir del Querer de su Creador
De los Escritos de Luisa Piccarreta “la Pequeña Hija de la Divina Voluntad”:
Jesús a Luisa: “Hija mía, he querido orar contigo para hacerte más fuerte en mi Voluntad y darte la gracia de hallarte ante la Majestad Suprema en el acto de la creación del hombre, y como lo dotamos de todos los bienes y su voluntad era nuestra y la Nuestra era suya, todo era armonía entre él y Nosotros. Lo que quería lo tomaba de Nosotros; tomaba santidad, sabiduría, potencia, felicidad, etcétera; era nuestro prototipo, nuestro retrato, nuestro hijo felíz. De manera que Adán al principio de su existencia tuvo una época en que cumplía maravillosamente el fín para el que fue creado, experimentó lo que significa vivir del Querer de su Creador; éramos mútuamente felices al ver reproducir en nuestra imagen nuestros mismos actos. Pero al romper su voluntad con la Nuestra, quedó separado de Nosotros.
Por tanto los primeros actos del hombre estan en nuestra Voluntad, y Yo no quiero de tí, sino que vengas en nuestro Querer para continuar desde donde Adán interrumpió, para poder vincular en tí todas las armonías que él rompió. E igual que esta primera criatura, habiendo sido creado por Nosotros como cabeza de toda la familia humana, al separarse de nuestro Querer causó la infelicidad a todos, así tú, con venir a proseguir desde donde él dejó, te constituimos cabeza de todos, por lo tanto portadora de aquella felicidad y bienes que habían sido preparados para todos, si hubieran vivido en nuestro Querer”. (15° Vol., 25.04.1923)
“…Sólo mi Voluntad puede poner al seguro y custodiar celosamente todos los bienes que quiero darle a la criatura. Fuera de mi Voluntad mis bienes estan siempre en peligro y mal custodiados, mientras que en ella Yo doy abundantemente y le doy a una lo que debería dar a todas. Por eso quiero vincular en tí a toda la Creación, quiero ponerte en el primer momento de la creación del hombre. Yo acostumbro a tratar personalmente con una sola criatura lo que quiero darle y lo que quiero de ella, y luego hacer que de ella provengan los bienes a los demás.
Ah, hija mía, Yo había creado al hombre como una flor que debía crecer, colorarse, perfumarse en mi misma Divinidad. Al separarse de mi Voluntad, a él le pasó como a una flor que es arrancada de una planta: mientras que está en la planta la flor es bella, viva en su color, fragrante en su perfume; arrancada de la planta se marchita, pierte su color, se vuelve fea y llega a dar mal olor. ¡Qué triste suerte fue la suya y qué dolor para Mí, que con tanto amor quería cultivar esa flor en mi Divinidad para deliciarme y recrearme con ella! Ahora, con mi omnipotencia, quiero hacer que de nuevo florezca esa flor arrancada, trasplantandola otra vez en el seno de mi Divinidad, pero quiero un alma que quiera vivir en el seno de mi Querer. Ella será la semilla que se prestará y mi Voluntad hará todo lo demás; así volverán mis delicias en la Creación, me recrearé con esa mística flor y me recuperaré de la Creación.” (15° Vol., 08.05.1923)
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